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Retrato: Una fachada… blanca de cal

Atrás queda el tiempo donde el perfil de Torrevieja era el de una ciudad de ensoñación, esa que se guardamos en el recuerdo.

Casa "Rosper". Antes y después. (Foto: F. Reyes)

Casa “Rosper”. Antes y después. (Foto: F. Reyes)

Encarna Hernández TorregrosaENCARNA NUEVO

Muchas páginas se han escrito acerca de la ciudad. Muchos son los libros publicado sobre los primeros marinos, el hallazgo del primer asentamiento (es decir los primeros pobladores) sobre las primeras habaneras… o las primeras serenatas al pie de la reja. Pero en la galería de bellezas de la ciudad, las fachadas tienen poca prensa. Tal vez por que fachadas de las de entonces apenas quedan. Incluso apenas existen esas rejas que llegaban hasta el suelo. Las puertas con cancela o los aljibes. Que de encontrarse alguno, merecería estar en la guía histórica de la ciudad. Y esto viene a colación por la pérdida de una de las casas solariegas que tenía su ubicación en el mismo centro de la ciudad donde estaba la antigua tienda de tejidos Rosper. La hemos perdido y solo podremos mostrarla a quienes venga detrás, en fotografías en blanco y negro. La calle Ramón Gallud, se ha quedado huérfana de una de las casas más características de la primera mitad del siglo pasado. Hace años me preguntaron que dónde me gustaría vivir y sin dudarlo dije que en la Torrevieja de antaño, pero con los adelantos de este siglo.
En la cancela, la viguería de caoba traída de cubana, y en el salón un espejo de azogue. En la biblioteca los escritos de Campoamor a su paso por el pueblo. Imaginé encontrarme cerca de uno de aquellos hornos que en la madrugada esparcía por las calles el aroma a pan recién hecho. Y veía el largo mostrador del obrador, donde se vendían los dulces envueltos en dorados amaneceres, o las piezas de pan, a la que acompañaba el sabor de la esperanza. Un pan tan del siglo pasado como el trazado de las calles. Y soñé con una de esas casas de patio con brocal de aljibe, la azotea hecha a la medida del viento de levante. En esa fachada de ante, se podía charlar en las tardes de otoño. Me falta la mar de antaño con un fondo de galeones y bergantines en las aguas de la bahía. Pero en el querido siglo XIX, mi casa soñada en Torrevieja, ¡oh, milagro! cuenta con conexión ADSL para mantenerme informada de los actuales virreinatos a través del Google. Un ordenador a modo de escribanía.
Pero sólo es una imagen en el tiempo. Al pasear por Ramón Gallud veo un solar donde antes estaba el establecimiento de Rosper, que a manera de mella en dentadura vieja, ha dejado un gran vacio. Confío en la fidelidad de los recuerdos, ya que esto es algo que nadie puede arrebatarnos. Aunque no hay nada que muera antes en nuestro tiempo que lo de toda la vida. ¡Cómo se impone la modernidad!


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