“La Cueva De Melpómene”, recibió de nuevo ayer la visita de Roger Álvarez, que ya cosechó un gran éxito en su primera actuación hace unos meses, y que nos volvió a mostrar un maravillo y a veces íntimo espectáculo que bajo el título “Pequeña Suite Emocional”, conectó desde el primer momento con los espectadores que abarrotaron el pequeño aforo del centro. Álvarez nos mostró su lado más íntimo a través de sus letras, conmoviendo los corazones más gélidos. Inició su actuación con una canción propia dedicada a “Lisboa” en la que la participación del público como en toda la velada fue unánime. Nos contó su vida desde sus orígenes astures y vascos hasta su aterrizaje al enviudar en la isla que marcó una etapa de su vida, “Tabarca”, donde encontró cobijo, amistad, y al final el amor. Allí conoció a numerosos personajes de la vida artística española entre las que destacó la incomparable y eterna Sara Montiel, a la que dedicó una canción. Nos contó que en sus primeros años en la isla, al final de verano se organizó una pequeña fiesta de despedida del verano en el que los más atrevidos y conocidos de sus visitantes participaron, dando lugar a las “Noches de Tabarca” que aun se siguen celebrando. Fruto de su amor a la isla, nacieron canciones como “Sara” en homenaje a la manchega universal, o una hermosa habanera que como muchos de sus temas fueron acompañados de un improvisado coro del público que asistió y que se lo pasó realmente en grande. Roger Álvarez, se ha ganado con su actuación, a mi corto entender un puesto en el futuro “IV Festival del humor de Torrevieja” que seguro se celebrará el próximo año, porque a veces las emociones, y los sentimientos, vistos desde el prisma del humor pueden ser el mejor bálsamo para seguir sintiendo las ganas de vivir
Entrevista: Roger Álvarez, autor de “Pequeña suite emocional”
Roger Álvarez es un actor que nació en Pamplona y que ha desarrollado su carrera en Madrid. En cine lo hemos podido ver en películas como Camino, Salvajes o Carreteras secundarias. En televisión, en infinidad de series como Los Serrano, Policías, El comisario, Hospital Central, Tierra de Lobos, Amar en tiempos revueltos, Los hombres de Paco, Gran Reserva: El origen…y más recientemente, en El Ministerio del Tiempo, Acacias 38 o El Caso. Pero hoy vamos a hablar de teatro.
¿Cuándo crees que nace tu interés por la música y la interpretación?
– La música para mí siempre ha sido algo natural, como la respiración. A los siete años, los Reyes me echaron una melódica y, cuando al año siguiente, de visita en casa de Doña Paquita, me encontré con un piano olvidado en un rincón del salón, me puse a tocar todo mi repertorio con las dos manos ¡y sin necesidad de soplar! Aquello fue una revelación. Doña Paquita aconsejó a mi madre que me llevaran al conservatorio y, de paso, le ofreció su piano en venta, a muy buen precio, eso sí. Ella se quitó un piano de encima y yo inicié mis estudios musicales. Todos contentos. A los quince, daba mis primeros pasos teatrales en El Lebrel Blanco, el prestigioso y quizá único grupo que había en mi Pamplona natal en aquella época. Como desde siempre se me daban bien el dibujo y la pintura, mis padres fantaseaban con la idea de tener un hijo arquitecto, pero, a mis trece, y buscando algo que englobara todas estas disciplinas, yo ya había decidido que iba a ser director de cine. A ver, hijo mío, convénceme, me solía decir mi padre antes de su siesta. Y así estuvimos hasta mis diez y siete cuando, después de unos exhaustivos exámenes de selectividad, conseguí por fin el traslado de expediente a Madrid y una plaza en el Colegio Mayor San Juan Evangelista.
¿Cuál es tu historia?
– La facultad de Ciencias de la Información, en septiembre del 74, resultó muy decepcionante para un chaval con ganas de aprender. Ante un deprimente programa de asignaturas en el que el cine no aparecía por ninguna parte, a primeros del 75, sin decir nada en casa, me presenté a las pruebas de Godspell, un musical que me tenía fascinado, y me fui de gira. Al cabo de un mes, desde Valencia y en plenas fallas, me decidí a telefonear a Pamplona para informar a la familia de mi paradero y nueva situación. Tras un largo y tenso silencio, oí la voz de mi madre exasperada: Has hecho muy bien en no decirnos nada ¡¡porque hubiéramos llamado a la policía!! Y con razón, porque yo hasta el siete de abril de ese año aún era menor de edad. Al cabo de un tiempo vinieron a León a ver la función, tan bonita, luminosa y divertida, que ya se resignaron a tener un hijo saltimbanqui. Les estoy muy agradecido, siempre me han apoyado en todo, y con un punto de vista muy sensato. La gira terminó a finales de marzo del 76 con la temporada de Barcelona. Por consejo de un amigo que había conocido en la facultad y que había salido huyendo de allí hacia París, a estudiar cine, pues que allá me fui yo, sediento de conocimientos. Estuve dos años y medio, en una escuela de cine por las mañanas, donde me dieron un título de ayudante de dirección que nunca he tenido oportunidad de estrenar, y por las tardes a la escuela de teatro Bimônt. Al medio día iba a danza clásica y contemporánea, y los sábados a canto. Cuando volví a Madrid, muy preparado yo, me encontré con un panorama laboralmente desolador. Como no había ningún musical a la vista, nos reunimos algunos compañeros de Godspell, ya amigos para siempre, y decidimos inventarlos. El primero fue Soñando bajo la lluvia…con paraguas rotos. Todos hacíamos de todo, pero a mí también me solía tocar componer la música de las canciones y coordinar la escenografía y vestuario. Esto me permitió desarrollar diferentes facetas.
Cuéntanos algo de tu recorrido…
– En los ochenta creamos varios espectáculos, siempre musicales con el nombre de Producciones Lunáticas, fue muy duro pero muy emocionante. También hice alguno en solitario, pero luego ya siempre ha sido en proyectos generados por otros. A mí que me contraten, decía yo en broma, pero es que tirar siempre del carro es agotador. He seguido combinando teatro cine y televisión. Si alguien tiene curiosidad puede ver mi página www.rogeralvarez.net
¿Cuáles crees tú que son tus puntos fuertes en tu manera de actuar?
– No sé yo, quizá el entusiasmo y la ilusión. Me ilusiono con mucha facilidad y enseguida se prende la llama de la pasión. No sé trabajar de otra manera. Y es en la comedia donde más disfruto, pero, curiosamente, los dos únicos premios de interpretación que he tenido han sido por el cortometraje Silba Perfidia, un drama. Una tragedia, según mi padre.
¿Qué destacarías de tus trabajos teatrales?
– Los míos, los que he generado yo, siempre han sido comedias musicales. Con lo cual, se intenta que sean divertidos, vitales, positivos…y las canciones siempre tienen ese plus lírico, emocional…
¿Y qué es lo que más te emociona?
– Te podría decir que la adrenalina que genera el escenario, los aplausos y ovaciones, o ese silencio mágico que se produce algunas veces. Pero lo que a mí más me ha emocionado, desde el principio, desde mis principios, han sido las risas del público, las carcajadas… es algo sorprendente que me llena de felicidad. Bueno, esto suponiendo que esté haciendo una comedia, claro.
¿Cómo ves tu entorno profesional en este momento?
– El panorama cinematográfico es bastante triste. Sin embargo, el teatro está viviendo un gran momento de esplendor. Hay decenas de salas y teatros, de todos los tamaños, y cientos de obras, de todos los formatos. Supongo que esto también tendrá sus inconvenientes, pero el caso es que la oferta es de una gran riqueza y creo que hay público para todo, y con ganas.
¿Cómo nació tu espectáculo Pequeña Suite Emocional?
– Hace ya tiempo que algunos amigos me animaban a montar una función y yo les decía que ni hablar, que menudo desgaste, que eso era antes, cuando era joven. Pero resulta que por una serie de circunstancias y, quizá, por no haber tomado las medidas anticonceptivas suficientes, he acabado dando a luz, sin apenas darme cuenta, Pequeña Suite Emocional, un espectáculo que me nació el año pasado, como un regalo inesperado, justo cuando cumplía cuarenta años sobre el escenario. La he estrenado en La Usina de Madrid donde se ha desarrollado con alegría y ha tenido una gran acogida. Tras una pequeña gira, en noviembre volveré otra vez a Madrid. Esta vez al Lara Off, una sala que me entusiasma. Pero ahora estoy aquí, en Torrevieja, en la Cueva de Melpómene, una sala llena de encanto, y estoy feliz de compartir un espectáculo en el que yo disfruto tanto como el público. La función, que está en constante evolución, se encuentra en un momento de plenitud y estoy desando que llegue el sábado para encontrarme con el público torrevejense. Hay mucho humor y mucha emoci
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