Ana Meléndez recopila historias de piratas en las atribuladas costas de Cap Cerver (ss. XIV a XVI)
Ana Meléndez Zomeño y Antonio Sala Buades
El sábado 21 de septiembre, a las 20.00 horas, en el salón principal de la Sociedad Cultural Casino, igualmente lleno de público como en la jornada anterior, tuvo lugar la segunda conferencia del XVI Ciclo «Torrevieja y el Mar», con la que se cerraba la edición de 2024, organizada, como cada año, por Ars Creatio. Al acto, presentado por la doctora María Luisa Molina, miembro de la directiva, asistió la concejal Concha Sala.
Ana Meléndez Zomeño, divulgadora del patrimonio cultural y asimismo directiva de Ars Creatio, puso por título a su conferencia «Piratas en Cap Cerver. Siglos XIV a XVI». Al principio de su meticuloso trabajo, citó a los principales autores que le han servido como fuentes de una abundante información, desde Pedro Bellot hasta nuestro contemporáneo Pablo Paños. Tomando como referencia el pensamiento del historiador francés Fernand Braudel (no hay piratería si no hay comercio), la ponente destacó la gran actividad mercantil desarrollada en el enclave de Cap Cerver durante los mencionados siglos, en un espacio histórico que coincide con la actual línea de costa de Torrevieja (desde La Mata hasta Cala Ferrís), entre los intereses estratégicos de la Corona de Aragón y de Orihuela.
La primera referencia a Cap Cerver se recoge con Jaime II en 1305, y la primera de La Mata en 1325, gracias a los numerosos datos de cargamentos y de fletes que operaban en el fondeadero natural. Leonardo Soler Milla ha localizado en los archivos históricos de las repúblicas de Venecia o Génova referencias a la compra de sal procedentes de La Mata y de Cap Cerver desde inicios del siglo XIV.
En cuanto al topónimo, Meléndez mencionó el interesante trabajo de Juan Antonio Pujol en el que sostiene que se debió a los ciervos. El historiador local Rafael Torres expuso que en la Geografía de Ptolomeo, este cabo tenía el nombre de Cerne («lo que es fuerte y sólido»). Ana Meléndez resaltó asimismo la coincidencia con el nombre de un promontorio del sur de la actual Francia mediterránea (Cap Cerbere). Y también consideró la hipótesis de que lo trajeran colonos de Lérida (Cervera, localidad de esta provincia, tiene ciervos en su escudo), a partir del estudio de Torres Fontes, que incluso da porcentajes de ciudades de procedencia de los repobladores de la Vega Baja.
Diversos historiadores han estudiado las peculiaridades de las torres de Cap de l’Aljup (actual Santa Pola) y de Cap Cerver. Servían de lugares de refugio y de bastiones para proteger las alquerías de las comarcas ilicitanas y orcelitanas, respectivamente, además de facilitar la salida al mar de sus productos. Ambos cabos, por sus condiciones naturales, resultaban idóneos para actividades portuarias, pero la competencia de Alicante, entre otros motivos, no generó embarcaderos duraderos. La falta de infraestructuras, la despoblación y el peligro de piratería se mantendrían durante mucho tiempo sin solución.
Centrándonos en Cap Cerver, es una aldea con un fondeadero natural amparado por una torre con almacenes y unas casas que participa en las redes del comercio de la sal en el Mediterráneo, y también salida del trigo de Orihuela que provee a Valencia. Tras la conquista de la Vega Baja por las Coronas de Castilla y de Aragón y del tratado de Elche en 1305, aquélla queda partida en dos de forma antinatural. La Corona de Aragón necesita, con el asentamiento de población, una salida al mar para su expansión: la política de consolidación del espacio fronterizo tiene por objetivos la repoblación y la activación de las relaciones comerciales marítimas. Para ello se otorgan numerosos privilegios, la franquicia de barcos o la autorización de Jaime II de la construcción de una torre, la que con los siglos daría nombre a la ciudad. Como anécdota, la conferenciante recogió la mención que Leonardo Soler Milla hace en su tesis del que podría considerarse «el primer torrevejense», Bernardo Torner (1336), de Capite de Cerver.
En la Alta Edad Media, la pujanza de repúblicas como Venecia, Génova o Pisa generó una revolución comercial en el Mediterráneo en la que tuvieron un importante protagonismo ciudades como Barcelona, Valencia, Mallorca o Málaga, y, en otra medida, también Cap Cerver. La sal de La Mata formaba parte del flete de retorno de las embarcaciones que cubrían la ruta Flandes-Italia (José Hinojosa). Por la importancia estratégica mercantil de este puerto se entiende la numerosa presencia de piratas desde Cap de l’Aljup a Cabo de Palos. Los ataques estaban facilitados por la despoblación, el fácil acceso a las costas y la presencia de islas desérticas en un territorio con un sistema defensivo deficiente, cuando la piratería era considerada un problema social.
Para dar protección al fondeadero ante la actividad pirática, las torres se constituyen en el principal baluarte del sistema defensivo. El alcaide, los torreros o atajadores alertaban del avistamiento de piratas con ahumadas o almenaras y eran socorridos desde Orihuela para la intervención de milicias, que en muchas ocasiones no llegaban a tiempo. Estos mismos guardas y los pescadores se convertirían en las principales víctimas en el lucrativo negocio del pago de rehenes, el objetivo más codiciado. Al difícil oficio de los pescadores se sumaba el de ser sorprendidos por los piratas. El cartel que anunciaba esta conferencia recoge la captura de un pescador por dos piratas (representación pictórica procedente del Códice Rico de las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, siglo XIII).
A los piratas habituales de las costas de origen turco o berberisco se suman los castellanos o aragoneses, los renegados y los corsarios. Mediante la «patente de corso», los propietarios de navíos tenían permiso de las autoridades para atacar barcos enemigos. El modus operandi de estos piratas consistía en aprovechar las corrientes y los vientos para acercarse desde la zona del Magreb a la costa levantina, especialmente desde Denia hacia el sur, recorriendo la costa y causando estragos con sus rápidas embarcaciones. Los ataques a la torre de Cap Cerver terminaban en muchas ocasiones con el saqueo y secuestro ante las deficiencias defensivas o los despistes, como dejarse la puerta abierta de la torre o el mal proceder de torreros que se iban a recoger plantas barrilleras en lugar realizar la vigilancia. La época más insegura transcurrió entre 1416 y 1432. La mera noticia de ataques en otro lugar o el avistamiento de naves desconocidas ya producía miedo en la población, que vivía en un constante sobresalto.
A partir de la segunda mitad del siglo XVI, la defensa de la costa se convierte en un problema de la Corona de Aragón y se presentan propuestas defensivas. La costa alicantina se protegió con numerosas torres vigías. Sobre el mismo cabo Cervera se autorizó la construcción de la torre nueva de Cap Cerver hacia 1553 (desde entonces, la torre que autorizó a construir Jaime II en 1313 pasó conocerse como la torre vieja de Cap Cerver). La piratería tuvo continuidad en los siguientes siglos en función de la actividad mercantil del fondeadero hasta que, en el siglo XIX, en la ya reconocida villa de Torrevieja, se produce la «reconversión laboral» de piratas en contrabandistas, que seguirían aprovechando las facilidades que ofrecía la costa torrevejense.
La conferencia terminó con el relato de algunos de los casos documentados de ataques piratas y el del secuestro de un cristiano para ser canjeado por otro preso musulmán. Eran los tiempos que tocó vivir a los habitantes de Cap Cerver y de toda la zona.
Josefina Nieto, tras entregar la metopa a Ana Meléndez, se permitió la reflexión de que no es cierto que cualquier tiempo pasado fue mejor, y agradeció al público su presencia, sin la cual no tendrían sentido estos ciclos de conferencias. Luis Miguel Pérez Adán —muchas gracias por su artículo en La Verdad— y Ana Meléndez Zomeño han reafirmado la conexión entre Cartagena y Torrevieja, pese a ser dos ciudades separadas por una línea administrativa desde comienzos del siglo XIV. Ars Creatio, como en los últimos septiembres, ha vuelto a echar una mirada a nuestro mar y a recordar nombres con un merecido lugar en la historia. Y, lo más prometedor, a dejar abiertos varios campos de investigación. Por eso el futuro continuará descubriéndonos el pasado.
Ana Meléndez Zomeño
Es titulada como profesora de conservatorio en la especialidad de guitarra por el conservatorio Óscar Esplá de Alicante, licenciada en historia por la Universidad de Alicante y máster en gestión cultural por la Universidad Abierta de Cataluña.
Desarrolla su labor docente desde hace 30 años en el conservatorio profesional Francisco Casanovas de Torrevieja, actividad que compagina con otras relacionadas con su interés por la investigación y la divulgación de la historia y el patrimonio local.
En este sentido, entre 2016 y 2018 llevó a cabo una iniciativa con la colaboración del parque natural, de centros educativos de primaria y del conservatorio: «Habaneras en el parque», proyecto que aunaba la educación medioambiental y la música. Entre octubre y noviembre de 2023 impartió el curso «Las salinas de Torrevieja y La Mata: aproximación multidisciplinar a unas lagunas singulares». Desde 2014 es gestora en redes sociales del Facebook y el Instagram Lagunas de Torrevieja y La Mata. Patrimonio cultural y biodiversidad.
Por otra parte, es miembro de la asociación cultural Ars Creatio de Torrevieja desde 2014, y desde entonces lleva a cabo numerosas actividades e iniciativas. Destacan los montajes multidisciplinares con música, teatro, poesía y narración: Antonio Machado, un poeta viajero, Federico García Lorca, el músico o Clara Wiek, ¿les suena?
Desde 2016 hace el seguimiento a los artesanos salineros. Fruto de este interés publica artículos en la propia revista de la asociación o en la del Instituto del paisaje de la sal, y ha participado en la realización del corto documental Artesanos de la sal. Desde 2017 coordina las jornadas «Lagunas de Torrevieja y La Mata: paisaje cultural, historia y patrimonio».
Otras veces, las iniciativas para la divulgación de la historia local se han materializado en la realización de rutas teatralizadas de historia de las salinas, en versión para adultos y en versión para la familia; o la ruta «1829, Torrevieja tiembla», dedicada al pueblo de Torrevieja, que se sobrepuso al terremoto de 1829. Ha impartido charlas y organizado concursos en centros educativos de primaria y secundaria sobre la historia local y la artesanía salinera, como en el IES Mare Nostrum, para alumnado con dificultades educativas; con el IES Mediterráneo, para alumnos de tercero de ESO; y en el proyecto «Arte salinero», para alumnado de primero de Bachiller Artístico. Cabe subrayar el proyecto de conservación de los viñedos de La Mata con alumnado de FP Básica de Jardinería del IES Mare Nostrum en su primera edición, «La Horca» (2022), y en la segunda edición, «El Quemao» (2023), con el que se consiguió además elaborar un vino, en un proyecto con la necesaria participación de entidades públicas y empresas privadas.
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