La segunda de las conferencias dedicadas al recuerdo del terremoto del 21 de marzo de 1829, igualmente en el Palacio de la Música, tuvo lugar en la noche del viernes 22 de marzo y llevó por título «Ciencia y folclore de los terremotos». La peculiaridad radicó en que fue impartida de forma alternativa —aunque ambos ponentes dominan la materia, se complementaron recíprocamente— por Nahúm Méndez Chazarra y Rubén Torregrosa Soler, que de esta manera captaron la atención del público, entregado a una disertación amena, didáctica y provechosa.
El acto, que contó con la presencia de los concejales Pablo Samper y Alejandro Blanco, así como del conferenciante del primer día, Rafael Torres, y la presidente de Ars Creatio, Josefina Nieto, fue presentado por Ana Meléndez, secretaria de la asociación cultural y organizadora de estas jornadas, que agradeció su colaboración a cuantas personas y entidades la han prestado.
En el primer capítulo, Nahúm Méndez habló de las causas de los terremotos, que —salvo contadas excepciones, como luego se verá— son naturales. Explicó la deriva de los continentes, en su desplazamiento medio de ocho centímetros al año. Las placas tectónicas colisionan entre sí y liberan una energía que llega a la superficie terrestre en forma de terremoto. En el mapamundi proyectado se observaba que la mayor parte de los terremotos habían acaecido en una línea que contornea cada continente. Centrándonos en la península Ibérica, la sismicidad se producía en su mayor parte al sur (zonas de Granada y de Levante, la nuestra), a causa del encuentro entre las placas europea y africana. Detalló asimismo cómo los ríos pueden cambiar bruscamente su curso debido a que se acomodan a las líneas que producen las fallas. También los volcanes son origen de seísmos, al producirse explosiones y ascender la lava hasta la corteza terrestre. Gracias a los adelantos técnicos, se están detectando terremotos en Marte.
A continuación, Rubén Torregrosa trató sobre la sensibilidad con que las personas recibimos los terremotos, que son nombrados con varios sinónimos: seísmos, sismos, movimientos telúricos, hasta el procedente del valenciano terratremo, o los más populares meneo o clujío. En Torrevieja siempre se ha usado el genérico terremoto —vocablo al que la RAE da validez, al margen de su intensidad o sus consecuencias—, aunque en algunos países, y según los daños que causen y cómo los reparen las compañías aseguradoras, se distinguen de los temblores por ser éstos inocuos. En las redes sociales se entablan auténticas polémicas sobre el uso de dichos vocablos, hasta el extremo de «presumir» de conocerlos como en ningún otro lugar. Tampoco faltan quienes consideran terremoto una palabra tabú —quizá por un miedo transmitido de generación a generación— y evitan su mera mención.
Retomó Nahúm Méndez el aspecto científico, afirmando rotundamente que —al menos, hasta la fecha— los seísmos no son predecibles. No obstante, sí se ha conseguido detectar las primeras vibraciones y avisar de inmediato a la población afectada, que debe estar preparada ante la señal de alarma. En una gran ciudad, se detiene el transporte por metro o las conducciones de gas para evitar explosiones. Hay zonas en que se ha estudiado una cierta periodicidad. Pero no hay correlación, como se piensa, entre una prolongada inactividad y la probabilidad de que ocurra un movimiento de gran magnitud. Tampoco pequeñas liberaciones de energía evitan una mayor: como cada unidad superior de la escala libera 33 veces más energía, la de un terremoto de magnitud 8 equivaldría a 337, es decir, más de 42 mil millones de terremotos de magnitud 1. Debe distinguirse entre intensidad —cómo se percibe un terremoto— y magnitud —energía que libera— y no confundir ambas escalas de medida para que la información sea fehaciente.
Rubén Torregrosa desmontó otro mito, el del aumento de la temperatura previo a un terremoto. Desplegó unas curiosas estadísticas de movimientos sísmicos registrados desde 1927, distribuidos por días de la semana o del año, por meses, estaciones o años, y finalmente por precipitaciones y temperaturas, comparando con las respectivas medias: los terremotos suceden indistintamente por encima o por debajo de éstas. Incidió en la cuestión de que si en la actualidad parece que se producen más terremotos, se debe a que en realidad se detectan mejor y con mayor precisión los más pequeños, que antes pasaban inadvertidos.
Las excepciones a las causas naturales de los terremotos se explican por el llenado y vaciado de embalses de agua o de gas: el ser humano es aquí generador de sismicidad, si es que estas tareas producen el desplazamiento artificial de las fallas. En regiones lluviosas, el agua caída puede actuar como lubricante, lo que asimismo causaría este desplazamiento.
Como los terremotos aún no pueden predecirse, la única manera de hacerles frente es la prevención. Antes, teniendo preparado un botiquín, linternas, agua y con frecuentes simulacros, así como eliminando riesgos (objetos colgantes de paredes, armarios de gran peso, etc.). Durante, manteniendo la calma y alejándose de ventanas y muebles, agachándose, cubriéndose y agarrándose bajo una mesa de material consistente o un marco de puerta; evitando salir a la calle (por el riesgo de desprendimiento de tiestos o cascotes); un terremoto dura unos segundos y, aunque nos parezcan largos, es mejor esperar a que pase; si, por el contrario, nos sorprende en el exterior, debemos alejarnos de los edificios. Después, cerrando las llaves de luz, agua y gas, evitando usar el ascensor o llamar por teléfono salvo que sea imprescindible (para no saturar las líneas) y recogiendo información de posibles heridos. Rubén Torregrosa llamó la atención sobre las personas con movilidad limitada (sillas de ruedas), pues en los simulacros no se les suele dedicar una información específica; a ellas se les debe señalar una ruta de evacuación. En último extremo, es útil transmitir datos al Instituto Geográfico Nacional, por medio de un sencillo cuestionario, que sirve para avanzar en el estudio de estos fenómenos.
Concluyó esta interesante conferencia Nahúm Méndez con detalles del sismógrafo instalado, desde finales del pasado año, en la laguna de La Mata: durante este tiempo, ha registrado un movimiento de magnitud 1’9 y otro de 2’2. Ofreció el gráfico en que se recogían.
Muestra del interés despertado, fue la gran cantidad de preguntas que formuló el público asistente, respondidas al alimón por Méndez y Torregrosa —pese a la seriedad del tema, no faltó el humor— con la misma amenidad desplegada en toda la charla. Como final del acto, Josefina Nieto, presidente de Ars Creatio, entregó a ambos conferenciantes un recuerdo de estas jornadas y tuvo palabras de reconocimiento asimismo para Rafael Torres, con mención al trabajo desarrollado por Ana Meléndez, secretaria de la asociación.
Terminará este intenso fin de semana con las dos rutas teatralizadas preparadas para las mañanas del sábado y el domingo, que al cabo de 190 años reservan varias sorpresas a los asistentes.
Antonio Sala Buades
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