Antes del “silencio” se celebraron en la Parroquia los actos de pasión, con el lavatorio de pies que recuerda el de Jesús en su humildad
VÍDEOS: Saetas en el Callejón del Turco (J.Carrión) / Saeta en el Palacio (R.Torregrosa)
Son las once de la noche y las campanas de la Arciprestal del Inmaculada son el único sonido que se atreve a romper un silencio cómplice y triste, que unido a la oscuridad que invade la noche, dan un aire de recogimiento y tristeza a una abarrotada plaza de la Constitución que se apresta a recibir la salida del desfile más triste de la Semana Santa torrevejense. Las viejas puertas de la Inmaculada se abre y dan paso a un ancestral desfile de penitentes, cuyos faroles de forja, albergan una luz triste y monótona, que escoltan a la Cruz de la Convocatoria, que precede a la imponente imagen del Cristo Crucificado, portado por unos costaleros que esta noche reflejan un semblante más triste de lo habitual. El silencio se puede cortar con un cuchillo, ni los niños que forman parte del cortejo dan muestras de su presencia. El aire se llena de las tristes notas que la Agrupación coral “Manuel Barberá”, dirigida por Sergey Larkin, para interpretar en un emocionado ambiente “La saeta” (Serrat/Machado), a modo de salutación a Cristo y su Madre, que es portada con la tenue luz de la candelería, acompañada por Juan, el discípulo amado. Cuando el primer cortejo penitencial lleva una hora en la calle, la Plaza del Calvario, se convierte en el punto de partida de una nueva representación de la muerte de Cristo. La imagen de la Virgen de la Piedad es una talla policromada, que representa a una madre, con un rostro desgarrado por el dolor, que sujeta a su hijo inerte, cuyo rostro sereno es la imagen del perdón. De nuevo la Agrupación coral “Manuel Barberá”, entonará el “Ave María” de Arcadelt, un canto lleno de esperanza y amor a esa madre dolorida. Mientras este fúnebre cortejo comienza su periplo, por las oscuras calles de pueblo, camino de la Iglesia Parroquial, la primera comitiva se apresta a pasar por el más típico rincón del barrio salinero del “Acequión”, el callejón del Turco, esencia de la Semana Santa, donde le espera una rosa, en recuerdo del que fuera uno de los pilares de la Cofradía de Cristo Crucificado y María Santísima del Silencio, Mariano Montesinos, al que se le rinde homenaje cada Jueves Santo la Cofradía, en la persona de su capataz, Jorge Esteve. La imagen de María Santísima del Silencio, que este año cumple el 20 Aniversario, desde que emergió de las gubias del imaginero torrevejense, Víctor García, es portada con una emoción añadida por ese aniversario y tanto su capataza, Silvia del Oro como sus cuarenta y seis costaleras, no pueden contener la emoción, cuando desde el balcón de la casa de Montesinos, el cantaor Francisco Severo de La Unión. Ganador del 1. Concurso de Fandangos en Torrevieja. 2011, entonó dos emocionadas saetas dedicadas a la Madre del Silencio y al hijo Crucificado, que se convierten en llanto para el recuerdo. Tras casi dos horas de deambular por la oscuridad de las calles, rodeadas del respetuoso silencio de un público, que este año fue mucho más numeroso que en otras ocasiones, las dos comitivas, coinciden en la calle Caballero de Rodas. Allí antes de entrar definitivamente en el Templo, el hijo se despide de su madre, la Virgen de la Piedad, que aun se divisa a lo lejos y así despedir una noche donde la oscuridad, el silencio y la muerte, se han convertido en la luz de la esperanza y del perdón.
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