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Silencio y tinieblas en la noche del Jueves Santo Torrevejense

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La noche se viste de luto, mientras la oscuridad y el silencio se apoderan de las calles en la noche más intensa de la Semana Santa torrevejense. Miles de personas revivieron la noche del Jueves Santo con emoción la muerte de Jesús.
Cristo Crucificado fue recibido en el umbral del Templo de la Inmaculada, por la Cofradía de la Convocatoria, mientras se le dedicaban varios poemas compuestos Expédito Vicente Vázquez. A continuación se interpretó la obra “Vocatis Nazarenis”, compuesta por Gema Ruiz y Expedito Vázquez y “Et murtus est”. Estuvo dividida en dos composiciones de extirpe medieval con campana tubular, redoble de tambor, flauta, clarinete y canto coral a cuatro voces en tono menor. Ambas piezas fueron

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precedidas de un recital de poesía en castellano, dado que son cantos en latín. Tras una nueva declamación, ya con Cristo en el dintel de la Iglesia y María Santísima del Silencio, esperándole, sonó “Tempus mortis”, compuesta por Expédito Vázquez, configurada para aclamar la muerte de Jesús y el descenso a los infiernos siendo reclamado por las ánimas sobre un ambiente lúgubre donde suena a través de clarinete y flauta el graznido de un cuervo que irrumpe varias veces en la pieza para ser aún más funesta. Mientras salía la cofradía de la Santísima Vera Cruz, a María Santísima del Silencio , y en la intimidad con sus costaleras, Sara Fernández Quesada interpretó a capella la pieza “Madre en Silencio” compuesta música y letra por Expédito Vázquez en gratitud a la virgen por la finalización de la carrera de Ingeniería de la Edificación de su hermana Noemí Vázquez y a petición de una costalera.

Las obras estuvieron interpretadas por el Coro “Maestro Casanovas”, dirigido por Antonio Zamora Meseguer. A la Flauta, Esperanza Cos; Clarinete, Alicia Vallejos; Timbal sordo y sonido yunque martillo, Manuel Santa Cruz y Campana Tubular y carraca, Expédito Vázquez. El grupo volvió a interpretar sus obrar en la Calle Campoamor.

Tras este emocionante acto abrió la “Procesión del Silencio” la Cofradía de la Santísima y Vera Cruz de la Convocatoria, escoltada por penitentes, portando faroles de forja, que albergan una luz triste y monótona.
Tras ella el imponente Cristo Crucificado, de Manuel Hurtado Garre (1954), precedido desde el año 2017 de la reliquia del obispo San Manuel González García, canonizado en el año 2016 por el Papa Francisco y que fue entregada a la Cofradía para su custodia.
El paso de María Santísima del Silencio, con las imágenes de la Madre y el discípulo amado, obra de Víctor García (1996), que desfiló bajo la dirección de su capataza, Silvia del Oro, portado por mujeres en cuyos rostros se albergaba la tristeza. El mismo estuvo escoltado por un numeroso grupo de Manolas, pertenecientes a la Casa de Andalucía “Rafael Alberti”

A las doce de la noche y cuando el primer cortejo penitencial llevaba dos horas en la calle, la Plaza del Calvario, se convirtió en el punto de partida de una nueva representación de la muerte de Cristo. La imagen de la Virgen de la Piedad es una talla policromada, obra de Miguel Ángel Casañ (1988), que representa a una madre, con un rostro desgarrado por el dolor, que sujeta a su hijo inerte, cuyo rostro sereno es la imagen del perdón.

Allí la Coral “Manuel Barberá”, dirigida por Sergey Larkin, cantó un viejo tema imprescindible en la Semana Santa salinera “La pasión de la Tía Tortas”, un canto triste, aunque lleno de esperanza y amor a esa madre dolorida, completando su actuación, al paso de la Piedad, frente al edificio del Palacio de la Música con “¡O Jesu Christi”.

Mientras la primera comitiva se aprestaba a pasar por el más típico rincón del barrio salinero del “Acequión”, el callejón del Turco, esencia de la Semana Santa, donde le espera una rosa, en recuerdo del que fuera uno de los pilares de la Cofradía de Cristo Crucificado y María Santísima del Silencio, Mariano Montesinos, al que se le rinde homenaje cada Jueves Santo la Cofradía, mediante sus capataces, Agustín Martínez Rufete y Nicolás García Villalgordo.
En el balcón de su casa, el gran cantaor Iván Chaskío, entonó dos intensas saetas al paso de los titulares de la Cofradía, y que fueron ofrecías por la Casa de Andalucía “Rafael Alberti” de Torrevieja.

Tras más de tres horas de deambular por la oscuridad de las calles, ya entrado en Viernes Santo, rodeadas del respetuoso silencio de un público, que este año fue mucho más numeroso que en otras ocasiones, se recogía la procesión del Silencio, mientras una media hora más tarde lo hacía la del Descendimiento de Jesús del Calvario.
La primera de las procesiones, contó con presencia del Párroco de la Inmaculada, José Antonio Gea, el seminarista, Fernando Galvañ; el acalde de Torrevieja, Eduardo Dolón y la vicealcaldesa, Rosario Martínez Chazarra, junto a varios concejales de la Corporación Municipal, acompañando al Presidente de la Junta Mayor de Cofradías, Paco Beltrán, presidentes y Hermanos Mayores de otras Cofradías.

La procesión del Descendimiento del Calvario fue presidida por el Párroco de San Roque y Santa Ana, Francisco Martínez Miravete; la “Capirote de Oro 2024”, Encarna Mañogil: los concejales Ricardo Recuero, Inmaculada Montesinos, Concha Sala, Diana Box, María José Ruiz Inma y José Antonio Bonilla, junto al vicepresidente de la Junta Mayor de Cofradías, Ernesto Gea, así como presidentes y Hermanos Mayores de otras Cofradías.


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