«Torrevieja no están vieja, Guadamar no guarda ná, y Santa Pola no es santa porque en el cielo no está»
Francisco Sala Aniorte. Cronista Oficial de la Ciudad
(Publicado en el diario “La Verdad” el 29.12.2014)
Llamar Nochevieja a la última noche del año, incluyendo las primeras horas de un nuevo año es algo que, por obvio, no hace falta explicar. Pero por qué del topónimo Torrevieja a una ciudad moderna que inició su andadura como poblado a finales del siglo XVIII, quizás sí. Joseph Montesinos Pérez de Orumbella, profesor de la Universidad de Orihuela y canónigo de la Catedral de esa ciudad, en su ‘Compendio Histórico Oriolano’, escribió a principios del siglo XIX:«Esta Torre (con cierta razón llamada Vieja se halla fundada de inmemorial; pues por los años de 1369 gobernando Aragón Dn. Pedro IV el Ceremonioso, consta ya su fundación; y en la Chronica de los Reyes Catholicos Dn. Fernando II y Dña. Isabel su esposa, se halla memoria de ella en el nombre de vieja en los años de 1495 de los que se refiere tan grande antigüedad».
En 1568, y debido a la intensidad de los ataques de piratas berberiscos sobre toda la costa mediterránea española, el rey Felipe II encargó a Vespasiano Gonzaga la inspección y proyecto de construcción y reconstrucción de las fortificaciones del sureste y los puertos africanos de Orán y Mazalquivir. Muchas las defensas tenían antecedentes medievales y hasta romanos, ya que se dijo que la Torre Vieja estaba construida sobre cuatro arcos romanos. En este viaje, Vespasiano fue acompañado del prestigioso ingeniero militar Juan Bautista Antonelli, determinando, entre otras, la construcción de la torre junto a la albufera de Orihuela, que, seguramente por su ruinoso aspecto, en 1610 ya era denominada Torre Vieja.
Distaba una legua de la de Cabo Cerver y estaba situada en un terreno bajo, cercano al nivel del mar, en lo que hoy es el edificio construido en el número 7 de la calle Patricio Pérez, distando unos 70 pasos de la orilla y cercana la Era de la Sal y su muelle, construidos muy posteriormente. Disponía de un aljibe, destruido al proceder a la excavación de los aparcamientos de la plaza de Miguel Hernández, hace muy pocos años. En 1636, fue atacada por corsarios berberiscos y apresados sus guardas. En el año 1787 la Torre Vieja fue visitada por el ingeniero militar de la plaza de Alicante, Pedro Navas, y, según el informe descriptivo, su obra estaba en buen estado para su defensa, disponiendo de una culebrina montada de bronce reforzada del calibre cuatro, un cañón, cuatro cuñas, una plomada, un cubichete, seis espeques, dos cucharas, dos atacadores, dos lanadas, un sacatrapos, un guardafuego de madera, un chifle de asta, dos agujas, cinco mazos de mecha, una medida de media libra, cuatro libras de pólvora, cuatro fusiles y ochenta y ocho balas de cañón. Su guarnición consistía en tres torreros a pie, con el salario de 30 pesos anuales, y con la condición de pasar informes y redactar memoriales, y estar en la torre uno cada noche. Los torreros eran Vicente Torregrosa Conesa, Bernardo Pérez Andreu y Juan Sala Mirete, abuelo de mi tatarabuelo. A finales del XVIII se consideraba muy útil la situación de esta torre para la defensa de la bahía, a la que venían numerosos buques a cargar sal, considerando el ingeniero militar suficiente esa dotación para tiempos de paz. En el año 1832, ante inoperatividad de la Torre Vieja, los últimos soldados torreros que habían guarnecido la torre trabajaron para la Real Hacienda en las salinas en el resguardo y vigilancia, evitando el robo de la sal y el comercio ilícito del contrabando. En el año 1844, amenazando ruina y siendo peligroso el paso por sus alrededores por posibles desprendimientos, las piedras de la Torre Vieja fueron aprovechadas para la ampliación del templo parroquial anterior al actual. Y volviendo a la Nochevieja, como es llamada en España la víspera de Año Nuevo, fin de año, es la última noche del año en el calendario gregoriano, comprendiendo desde 31 de diciembre hasta el 1 de enero (día de Año Nuevo). Desde que se cambió al calendario Gregoriano en el año 1582 se suele celebrar esta festividad, aunque ha ido evolucionando en sus costumbres y supersticiones. A veces el cambio de año era acogido con temor y acritud, pero desde principios del siglo XIX, la Nochevieja se solía celebrar con unos rituales alegres y jocosos. La tradición de Nochevieja más extendida es la de las doce uvas y está documentada esta costumbre, al menos desde el 31 de diciembre de 1896, en el semanario satírico ‘Gedeón’ que comenta: «Es costumbre madrileña comer doce uvas al dar las doce horas en el reloj que separa el año saliente del entrante», lo cual quiere decir que al menos en ese año así se hizo. Se potenció esta usanza en Elche, en 1909, año cuando unos vitivinicultores de la comarca del Bajo Vinalopó la promocionaron para dar salida a un excedente de cosecha. Los agricultores, al no saber qué hacer, decidieron repartirla gratis entre la ciudadanía ‘inventando’ que su consumo en Nochevieja traería fortuna. En Torrevieja se tenía en Nochevieja antiguamente por costumbre jugar a los ‘añicos’, que consistía en sortear a los jóvenes participantes formando parejas de distinto sexo, determinando posteriormente a qué edad se casarían. A veces el juego se acompañaba de unos versos que el chico le dedicaba a su pareja. A mediados del XIX, sobre todo al constituirse en 1867 el Casino ‘Numancia’, empezaron a celebrarse bailes de sociedad, costumbre que luego tuvo su continuación en la Sociedad Cultural Casino de Torrevieja y donde todavía al día hoy celebra la Nochevieja año tras año. Como final y despedida del año 2014, recordar el popular dicho de «Torrevieja no están vieja, Guadamar no guarda ná, y Santa Pola no es santa porque en el cielo no está». Os deseo una feliz Nochevieja y un próspero y venturoso 2015. Volvemos el año que viene.
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