Fotos, gentileza de Nati Nieves Mazón
No fue sólo un viaje de unos días, sino un viaje para la eternidad. Un grupo de Torrevejenses, junto a otros grupos, partíamos el pasado 11 de Febrero un total de unos 114 peregrinos y 10 sacerdotes de distintas parroquias de nuestra diócesis hacia Tierra Santa. El objetivo era peregrinar junto al Sr. Obispo a los santos lugares y vivir sobre el terreno los acontecimientos salvadores de la vida de Jesús. La salida desde el aeropuerto internacional de Madrid-Barajas, después de haber celebrado la Eucaristía, hacia Tel-Aviv se realizó sin dificultad. Desde allí viajamos a Nazaret para vivir el misterio dela Encarnación en la Basílicaque lleva su nombre. Participamos en una procesión de antorchas al estilo de la que se hace en Lourdes. Los primeros días estuvimos situados en Galilea, conociendo los lugares donde Jesús llevó a cabo su predicación del Reino de Dios. Visitamos el Monte de las Bienaventuranzas donde Jesucristo pronunció su famoso Sermón de la Montaña y celebramos la Eucaristía. Estuvimos también en la casa de Pedro y en la sinagoga donde Jesús iba a celebrar el culto. Momento muy significativo y de gran resonancia bíblica fue el cruzar en barca el lago de Tiberíades, aquel día con un oleaje inmenso que a todos nos recordó el miedo de los apóstoles cuando la barca zozobraba y Jesús estaba tranquilamente durmiendo en ella. Allí, en la proa estaba nuestro Obispo infundiendo siempre la confianza en Jesús, en que Él llevaría el viaje a buen término, como así fue. Por la tarde, aproximadamente unos quince matrimonios renovaron su compromiso matrimonial en la basílica de las Bodas de Canáa. En los días posteriores acudimos al Monte Tabor, lugar dela Transfiguración de Jesús ante sus apóstoles, y también fuimos a visitar las cuevas de Qum Ram donde fueron encontrados, ocultos en vasijas de barro, los manuscritos originales del Antiguo Testamento. Hubo quien, como si del mes de Agosto se tratara, se Peregrinación a Tierra Santa bañó en las aguas del Mar Muerto para comprobar su alto índice de salinidad. En el ínterin y en un remanso del Río Jordán, acudimos todos los peregrinos a renovar, en las mismas aguas donde Jesús se bautizó, nuestras promesas bautismales. Fue otro de los momentos entrañables de la peregrinación. También acudimos al Monte Carmelo a visitar ala Virgendel Carmen y a la tumba de Lázaro para imaginar su resurrección. Abandonamos Galilea para ir hacia Belén, a la cueva donde Jesús nació y rememorar aquella primera Navidad en la que como única compañía Jesús tuvo a sus padres, a los pastores y aquella mula y el buey que le daban calor. Todos los días,la Eucaristíaque celebrábamos era la correspondiente al acontecimiento salvífico que tuvo lugar en el lugar donde nos hallábamos. Ala Navidadle siguió la visita ala Iglesiaque recuerda la Visitaciónde María a su prima Isabel. Los días felices de Belén y Galilea terminan y la peregrinación continua hacia Jerusalén, donde vamos a revivir los momentos dela Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Jerusalén es lugar de encuentro de tres religiones: judía, musulmana y cristiana, y allí, lo primero que visitamos es el Muro de las Lamentaciones, lugar donde acuden muchísimos judíos a rezar. Las visitas en Jerusalén se suceden a los lugares emblemáticos donde se desarrolló la estancia de Jesús. Así pudimos ver el «Dominus Flevit», el sitio donde Jesús lloró al ver la maravilla de ciudad que era Jerusalén y que sabía que sería destruida posteriormente; el Huerto de los Olivos, donde Jesús fue prendido; tambiénla Iglesiadela Dormicióndela Virgen María.Momento muy signifi cativo para todos, especialmente para los sacerdotes, fue la visita al Cenáculo, donde Jesús celebró la Última Cena con sus apóstoles e instituyóla Eucaristía.Enese lugar los sacerdotes renovamos nuestras promesas sacerdotales delante del Sr. Obispo. Otro de los momentos importantes fue el rezo del Santo Via Crucis por las mismas calles por donde Jesús pasó portando la cruz. El culmen de este día fue la visita al Monte Calvario y al Santo Sepulcro, lugar en donde reposó el cuerpo de Jesús antes dela Resurrección. La estancia en Jerusalén finaliza con una visita a la Casade los Franciscanos y una recepció por parte del superior dela Orden, Fray Artemio Vitores, quien nos relata numerosos acontecimientos que ha vivido en sus cuarenta y un años de permanencia en Tierra Santa. El último día aún tuvimos ocasión de visitar Emaús Nicópolis, una ciudad bizantina donde se piensa que puede ser el lugar en que Jesús, ya resucitado, se apareció a aquellos discípulos, tristes y desanimados al principio, pero muy contentos después, cuando lo reconocen en la fracción del pan. Con todas estas vivencias regresábamos a España el 18 de febrero, cansados por el devenir de la peregrinación, pero muy llenos de Dios por todas las experiencias vividas. Ojalá todos los cristianos pudiéramos peregrinar a los santos lugares al menos una vez en la vida. Desde aquí, sólo queda agradecer enormemente a todos aquellos que han hecho posible esta peregrinación, en especial a Angel Úbeda y a Francisco Morató todos sus desvelos para llevarla a cabo.
Antonio Jose Verdú Navarro
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