El general Pitarch hace una encendida defensa del ejército como garante de la unidad de la Patria en el Casino
TEXTO COMPLETO DE LA CONFERENCIA EN EL INTERIOR
La sede de la Sociedad Cultural Casino de Torrevieja, acogió anoche uno de esos actos de los que sales con una inyección de optimismo ante la pesadumbre de las noticias que día a día escupen los noticiarios patrios en todos los canales de televisión y radios, y que nos hablan de una España apunto del cisma y a veces parece que abonando una cizaña que poco o nada nos inspiran el amor a la patria y a su unidad.
Anoche el Teniente General, Pedro Pitarch Bartolomé, dio una Charla-Coloquio que fue presentada por la propia presidenta de la entidad anfitriona, Rosario Soler e introducida por el Coronel Alonso, que dio un detallado repaso a un curriculum, plagado de acciones de mérito y un sinfín de condecoraciones, aunque lo más resaltable fueron sus misiones como Jefe de la Fuerza Terrestre (Sevilla 2006-2007) y Comandante General del Cuerpo de Ejército Europeo (Estrasburgo 2007-2009 ).
La charla que estuvo promovida por la Hermandad de Antiguos Legionarios de la Vega Baja, abrió los actos conmemorativos del Centenario de la creación de la Legión Española, bajo el epígrafe “Lo militar en un ambiente cambiante”. El general Pitarch, resaltó en un ameno discurso la importancia de los mandos en la formación y funcionamiento de un ejército moderno, y siempre que las ordenes en la cadena de mandos se emitan del menor grado al mayor.
Habló de su experiencia como soldado del ejército español de la importancia que tiene en la defensa de un país, tanto del interior como en misiones de paz en diferentes países; misiones en las que la Legión tiene una importancia enorme.
Tras su charla tuvo lugar un turno de preguntas en los que varias personas interpelaron al ponente con temas de actualidad, como la situación del independentismo catalán o la posibilidad suscitada en algunos círculos políticos de la disolución de la legión.
Al acto acudieron los concejales, Federico Alarcón, Antonio Vidal y Pilar Gómez Magán, así como un gran número de antiguos caballeros legionarios y personas ligadas a la vida castrense y la seguridad local y nacional. Como colofón al acto actuó la Masa Coral José Hodár dirigida por Miguel Guerrero que interpretó entre otros temas “Soy Español” y “El novio de la muerte”.
DE LO MILITAR EN UN AMBIENTE CAMBIANTE
Pedro Pitarch Bartolomé
Teniente General (r) del ET
Casino de Torrevieja (Alicante) 24 de enero de 2020
Estoy encantado de estar hoy en Torrevieja con ustedes, para abrir el programa anual (2020) de divulgación cultural militar, que tan eficazmente lleva años desarrollando la Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios de la Vega Baja. Antes de proseguir quiero explicitar a su presidente, el coronel Enrique Alonso Marcili, mi agradecimiento por su invitación para dar esta conferencia- charla , así como por su afectuosa presentación de mi persona. Igualmente, mi agradecimiento a todos ustedes por su asistencia a este acto.
Como saben, este año, ese programa va a estar enfocado sobre el centenario de la Legión, creada por Real Decreto del del Rey Alfonso XIII, el 28 de enero de 1920. Un cuerpo que, en solo 100 años de existencia, tanta gloria y ejemplo de valores y heroísmo ha dado a España.
Debo confesar que yo, desafortunadamente, a pesar de mis casi 48 años de servicio nunca tuve la fortuna de vestir el uniforme legionario. Pero proclamo sentirme muy orgulloso por el honor de haber tenido en mi cadena de mando, de forma simultánea, y por primera vez en muchas décadas, todas las fuerzas legionarias. Fue a partir de noviembre de 2006, cuando se formó la nueva Fuerza Terrestre.
Con el título de “De lo militar en un ambiente cambiante” he querido sintetizar mi charla, en la que trataré de exponerles algunas de mis convicciones sobre la profesión militar. En conferencias posteriores de este programa anual se profundizará, por antiguos legionarios, en el enorme significado de la Legión para la defensa de los españoles. Les adelanto que se trata de un Cuerpo ejemplar que constituye una brillante forma de ser y una particular manera de vivir, servir y amar a España.
Como soy consciente de la heterogeneidad de esta audiencia (civil y militar), intentaré exponer mis ideas de forma comprensible para todos. Pretendo que mis palabras no constituyan más que una mera base, un saco de ideas para el coloquio posterior, si ustedes así lo quieren. Me gustaría que fuera un coloquio muy abierto, sin limitación de temas para las preguntas que deseen formular, sean éstas de orden nacional o internacional. Trataré de contestarlas todas, hasta donde yo sepa, incluso aunque no tengan que ver directamente con lo que yo pueda decirles a continuación.
Y no se preocupen. No voy a hablarles a ustedes ni de estrategia, ni de táctica, ni de técnica. Voy a intentar moverme en el plano inmaterial de la moral y la lógica, bien que tales materias sean bien arriesgadas y, además, no parezcan estar muy en boga en nuestros días. Pero, a pesar de tal riesgo, adelanto que, como clave de bóveda de mi charla, estarán los valores que son precisamente los que templan el alma militar. Los que, incuestionablemente, diferencian al soldado del mercenario.
El oficio militar es una exigente función de servicio en la que el liderazgo y la enseñanza o, si quieren, la formación son puntales esenciales y permanentes. El liderazgo viene de muy lejos. Sin remontarme a los fenicios, me gusta decir que, en las Ordenanzas de Carlos III, ya se enunciaban los rasgos esenciales del líder, sintetizados en un brillante y sabio artículo que, enfocado al más bajo nivel de mando es, no obstante, de aplicación a todos los escalones. Incluso ?yo diría?, aplicable en organizaciones civiles complejas. Estoy seguro de que los militares de esta audiencia lo reconocerán: “El cabo, como jefe más inmediato del soldado, se hará querer y respetar de él. No le disimulará jamás las faltas de subordinación. Le infundirá amor al servicio y mucha exactitud en el desempeño de sus obligaciones. Será firme en el mando, graciable en lo que pueda, castigará sin cólera y será medido en sus palabras, aun cuando reprenda”. No se puede decir más con menos palabras.
Por su parte, la labor formativa hacia los subordinados es función irrenunciable en todo militar. Es la base del oficio. Es lo que, especialmente a través del ejemplo y más allá de la técnica o del enorme reto de adaptarse a los cambios tecnológicos, cohesiona y perfecciona a las unidades. Es seguramente la labor más grandiosa que internamente puede desarrollar un militar, porque la enseñanza es una de las armas más potentes para el avance de los Ejércitos.
“Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”, nos dice Ortega. Con ello, el filósofo nos indica que la actividad del ser humano solo alcanza su plenitud, cuando se la pone en una perspectiva de coexistencia armónica con su entorno. O, en otros términos, en la compleja profesión militar coexisten la sustancia y la circunstancia. La sustancia, es lo esencial y permanente. Es el yo orteguiano; algo que es imprescindible preservar. La circunstancia es la actitud o la capacidad de adaptación a las condiciones de cada tiempo. Ambas, sustancia y circunstancia, están tan íntimamente ligadas que, a veces, resulta difícil deslindarlas.
S.M. El Rey, en su discurso de la Pascua Militar de este año, hace solo 20 días, decía a las FAS desde el Palacio Real: “nos enfrentamos a un entorno de seguridad en constante y rápida evolución, en el que la complejidad y la incertidumbre son norma, no excepción; lo cual implica nuevas amenazas y riesgos para nuestra seguridad y plantea nuevos desafíos a la estabilidad internacional”. Y es que, efectivamente y en estos tiempos, los militares deben afrontar un escenario estratégico caracterizado por la dificultad extrema de gestionar la incertidumbre. Un escenario bien complejo y distinto al de hace solo pocos años.
Porque los riesgos y amenazas actuales son inevitables referencias esenciales para aquellos que, como sucede con los militares, están comprometidos con la seguridad, la libertad, los derechos y el bienestar de los españoles. Tales desafíos son, por ejemplo, el terrorismo internacional, los estados fallidos, los tráficos ilícitos a gran escala, los grandes movimientos migratorios descontrolados, las luchas interétnicas, el descontrol del ciberespacio o el cambio climático. Yo añadiría, como amenaza particularmente española, la insurrección violenta del separatismo xenófobo, insolidario y ultrarradical que hoy sufrimos en Cataluña. Son riesgos y amenazas que, muchas veces, se desarrollan lejos de nuestras fronteras y que obligan en las FAS a una transformación permanente de sistemas de trabajo, capacidades, estructuras, procedimientos y, sobre todo, mentalidad.
Y la transformación no es la mera evolución. Porque ésta es inherente a la actividad humana por el simple transcurrir del tiempo; tiene, por tanto, una gran carga pasiva. Por el contrario, la idea de transformación es principalmente activa y demanda una actitud mental vigilante y dinámica para adelantarse a los riesgos y las necesidades de la defensa en cada momento. Y es que por tentador, cómodo o incluso aparentemente prudente que a veces pueda parecer, el aferrarse indefinidamente a estructuras, reglamentos o procedimientos no conduce más que a la esclerosis de un Ejército.
Y uno puede legítimamente preguntarse y todo eso ¿para qué? La respuesta es espontánea: para mantener permanentemente los mejores niveles de preparación y disposición para el cumplimiento, bajo la dirección de la autoridad constituida ?el Gobierno de la Nación? de las misiones asignadas a las Fuerzas Armadas. Misiones que, a fecha de hoy, se concretan en el artículo 8 de la Constitución y en el 15 de la Ley Orgánica de la Defensa Nacional.
El militar ha de enfrentarse hoy al hecho de que el binomio información-tecnología, se ha convertido en un elemento esencial e ineludible en su actividad diaria. Ambiente al que necesariamente ha de adaptarse. Todos debemos ser conscientes de que dormirse en los laureles es ir en contra de la corriente de los tiempos, así como de las necesidades de la defensa.
El concepto de combatiente también está cambiado radicalmente. El continuo desarrollo tecnológico obliga a que, cada uno, a su respectivo nivel, gestione y opere complejos sistemas de armas constituidos por nuevos materiales, tecnologías “exóticas” y recursos humanos plenamente profesionales. Ello demanda el dominio de nuevos procedimientos técnicos, tácticos o incluso psicológicos, todos ellos imprescindibles para la correcta utilización de tales sistemas.
Y eso afecta tanto a los cuadros como a la tropa. A los cuadros, porque a los nuevos requerimientos científicos y tecnológicos hay que añadir la exigencia de altos niveles profesionales para poder formar, instruir y ser capaz de demandar el correspondiente rendimiento a la tropa. Ésta, formada por profesionales de la milicia con derechos, deberes y obligaciones obliga a una gestión del personal sin paternalismos trasnochados que, en el pasado, fueron, a veces, encubridores de las propias carencias. Y las viejas circunstancias no pueden gobernar los nuevos tiempos.
La nueva mentalidad también debe alcanzar a la tropa. Ésta debe entender que la condición de profesional de la milicia, incluidos los empleos inferiores, conlleva una carga de responsabilidades que hay que asumir plena e individualmente. Responsabilidades que derivan tanto del empleo militar que se ostenta como de la condición de permanente, o incluso del tiempo de servicio de cada uno, en las filas de las FAS.
El asunto, por tanto, no admite ambigüedades: cada uno de los profesionales de la milicia tiene su nivel de responsabilidad, el cual debe ser plenamente ejercido por, y exigido a cada escalón de mando. O, expresado en términos más prácticos: las decisiones deben tomarse al menor nivel de mando que sea razonablemente posible, rechazando esa perversa y tentadora opción de escalar injustificadamente en el nivel de decisión, para así rehuir las propias responsabilidades.
Otro de los rasgos del entorno actual, que más inciden sobre el ser militar, es la multinacionalidad. Las misiones en el exterior, lo que se conoce genéricamente como misiones de paz, son una realidad consolidada en la actividad normal de las FAS. Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Afganistán, Congo, Irak, Malí, Líbano, y un largo etcétera de teatros donde nuestros militares han operado y operan, codo con codo, con los Ejércitos de otros países, en apoyo de la paz y la estabilidad internacionales. Y es que, actualmente, resulta inconcebible el empleo de fuerzas militares en operaciones reales, de manera independiente y aislada. En definitiva, los Ejércitos de España son hoy, más que nunca en los últimos siglos de nuestra Historia, instrumento esencial de la acción exterior del Estado.
El escenario operativo multinacional es muy complejo. Conlleva, por ejemplo, más allá del gran problema logístico, zonas de despliegue muy alejadas del territorio nacional, lo que obliga a crear o, mejor dicho, recrear y fomentar, una mentalidad expedicionaria, que fue ajena a los ejércitos españoles durante demasiados años. Asimismo, acentúa el respeto impecable a la legalidad internacional y los derechos humanos en el desarrollo de las operaciones. O aflora la obsesión por el objetivo cero de bajas propias, lo que demanda un esfuerzo suplementario en las capacidades de supervivencia. O exige la máxima letalidad combinada con los daños colaterales mínimos. O subraya la permanente “vigilancia” de las actividades militares por parte de los medios de comunicación, así como el “riesgo” asociado del traslado en tiempo real de su desarrollo, en términos mediáticos, a la opinión pública. Y, sin agotar los ejemplos, también obliga, en muchos casos, a operar en zonas donde la hostilidad local es intensa.
Las lecciones aprendidas de esa nutrida actividad internacional significan para nuestros militares una ineludible demanda de formación y preparación para, incluso formando agrupamientos relativamente reducidos, ser capaces de desarrollar, en un mismo escenario y simultáneamente, operaciones de ayuda humanitaria, de verificación, de interposición y, en determinadas circunstancias, de combate.
Esa es una realidad que ha pulverizado la doctrina, comúnmente aceptada hasta no hace mucho tiempo, según la cual no era posible desarrollar, por las mismas tropas y simultáneamente, operaciones de mantenimiento y de imposición de la paz. En mi opinión, éste ha sido un cambio de tal magnitud, que no solamente viene a poner en cuestión los fundamentos del planeamiento operativo moderno, sino incluso la propia manera de concebir y entender las operaciones militares futuras. En suma, es otro gran reto no solo para la preparación técnica, sino también para la fortaleza moral de nuestros militares.
De las estructuras multinacionales en el seno de organizaciones internacionales que se ocupan de las cuestiones de seguridad y defensa, me gustaría destacar algunas consecuencias. Me refiero especialmente a las derivadas del proceso de integración europea. Proceso que, en mi opinión, no tiene vuelta atrás, a pesar de los evidentes obstáculos que se presentan a su avance; el más inminente, dentro de una semana, es la salida del Reino Unido de la UE (Brexit), En todo caso, creo firmemente que Europa es nuestro presente y nuestro futuro. Porque si Europa no fuera nuestro futuro, entonces tendríamos un porvenir muy arriesgado e incierto.
De esa convicción se derivan nuevos requerimientos y exigencias para todos los militares. Particularmente para los cuadros de mando en cuanto, por ejemplo, el dominio de un idioma internacional común, el inglés, que facilite la integración multinacional. En términos más genéricos, pienso que el conocimiento de idiomas, aunque parezca circunstancia, ya es muy determinante para el ejercicio del oficio militar, al menos en los escalones más elevados. Y aquéllos que no alcanzan el necesario nivel de idiomas ya se están quedando privados del acceso a los empleos superiores de las respectivas escalas.
Elevando el punto de mira, me parece imprescindible recalcar que la condición de militar profesional exige una permanente afirmación de los valores morales que, si bien no son privativos de los militares, constituyen objetivo y foco esenciales en esta profesión tan singular. La Constitución y la Ley de las Reales Ordenanzas son la base de esa norma de conducta, a tener en cuenta permanentemente y, en algunos momentos, de manera reforzada.
Porque ser militar profesional no se consigue por la mera inclusión en la nómina de una unidad u organismo del Ejército de forma permanente. O por el conocimiento de la doctrina, los reglamentos o los procedimientos de combate. O por vestir un uniforme. Ser militar profesional, ser un buen profesional, no es solo una cuestión de conocimientos para desarrollar un trabajo. No es simplemente eso, porque la esencia de lo militar no reside tanto en la aptitud como en la actitud.
La profesión militar, de buen militar, exige, entre otras muchas cosas: disciplina, sin la cual no puede existir una organización militar que merezca tal nombre; voluntaria renuncia al ejercicio pleno de algunos derechos que son de disfrute común para el resto de los ciudadanos; amor por el trabajo bien hecho; disponibilidad permanente; y, sobre todo, entrega al servicio, que puede llegar al sacrificio personal sumo. En resumen, es principalmente en la actitud de servicio al pueblo español desde las filas de la Fuerzas Armadas, donde la profesión militar encuentra su último y más profundo significado.
Los nuevos tiempos no deben hacer olvidar a los militares lo que son y de dónde vienen. Nuestras FAS son herederas directas de tradiciones seculares y de una amplia y gloriosa Historia militar que los militares están obligados a preservar y transmitir a los que vienen tras ellos. A este respecto, las RR OO de 2009 (artículo 21), al hablar de la tradición militar, estipulan que “Los miembros de las Fuerzas Armadas se sentirán herederos y depositarios de la tradición militar española. El homenaje a los héroes que la forjaron y a todos los que entregaron su vida por España es un deber de gratitud y un motivo de estímulo para la continuación de su obra”. Y la Legión, en este punto, es un gran ejemplo de una sublime combinación entre el respeto a las tradiciones y la adaptación permanente a las necesidades del momento.
Pero esos legados históricos junto con el mandato singular que a la Institución Militar le hacen las Reales Ordenanzas para las FAS, en orden a “custodiar y defender la bandera de España” no determinan una gratuita situación de privilegio. Más bien, señalan una de vigilia y responsabilidad de la elevada función asignada a los Ejércitos, sin olvidar que tal función se desarrolla en nombre de todos los españoles. En última instancia, el aprecio y el apoyo de los españoles a sus Ejércitos no vendrán tanto del texto de las leyes, como de la percepción que tengan sobre la utilidad de sus Fuerzas Armadas.
Los militares son miembros de una institución disciplinada, jerarquizada y unida. Juntos, tienen que abordar el reto de responder a las exigencias, incluidas las profesionales, que la España del siglo XXI demanda a sus FAS. Tampoco son dueños de los medios y del armamento del que se está dotado. Simplemente somos depositarios de esos recursos. Los militares, solo por el hecho de serlo, no somos ni héroes ni villanos. Somos instrumento, que no fin. Somos, en definitiva, ciudadanos con luces y sombras; como todo el mundo. Todo ello sin olvidar que el monopolio de la gran fuerza legal atribuido a los Ejércitos de España supone, además de una gran responsabilidad, un inmenso depósito de confianza de la Nación en sus militares para el cumplimiento de las misiones establecidas en la Constitución y las leyes.
Y aprovechando que estamos en Torrevieja, perla mediterránea española y ciudad particularmente cosmopolita y turística, voy a tratar de sintetizar lo que yo entiendo como alma militar con un ejemplo de orden lingüístico. Como saben, tanto en inglés como en francés, con una sola forma verbal, el verbo “to be” en inglés y “être” en francés, se expresa simultáneamente lo que en la profunda lengua de Cervantes demanda dos verbos distintos: “ser” y “estar”. Porque, para nosotros, se corresponden con dos ideas bien distintas.
SER militar significa vocación, estilo de vida o, si se quiere, una manera de percibir la existencia. Es una idea no ligada a un periodo determinado en el transcurrir del tiempo. Por el contrario, ESTAR en lo militar, sí que tiene una relación directa con el momento en el que se vive. Es una concepción y una manera de desarrollar la actividad profesional acorde con cada periodo de tiempo concreto. Es la fusión de ambos, SER y ESTAR, la que define, en su mayor alcance, la condición de buen profesional de la milicia.
Quisiera terminar exponiendo dos de mis convicciones más profundas. La primera es que, mediante la profesión militar, uno se ejercita permanentemente en el mejor servicio a España y a los españoles. Es un oficio con un pasado que nos enorgullece, con un presente que nos estimula y cuyo futuro, no tengo duda, será exigente y apasionante. Es, en síntesis, como nos recordaba El Rey en la PM-2020: “Un compromiso con España y con nuestra Constitución”.
Y la segunda es que por mucho que cambien las estrategias, las tácticas, las técnicas o los medios militares el ser humano sigue siendo el mayor capital de un Ejército. Y los valores, que dan fuerza interior al soldado, no han variado desde los tiempos de Julio César. En este orden de ideas, es de justicia expresar, en este año de su centenario que, en mi opinión, la Legión no solamente destaca como fuerza de alta disponibilidad y fiabilidad, sino que constituye una de las máximas expresiones militares de culto al valor, el honor, la disciplina, el espíritu de servicio, el espíritu de sacrificio y el compañerismo.
Muchas gracias por su atención.
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