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El Auditorio Internacional acogió en la mañana de ayer el “III Concierto en familia”, una iniciativa que hace llegar a todos la música que con tanto entusiasmo “fabrica” nuestra Orquesta Sinfónica. Ayer se eligió una obra maravillosa, que aunque se llama “Pedro y el Lobo”, no es la fábula que todos teníamos en mente, sino un “Cuento sinfónico”, que compuso con gran acierto Serguéi Prokófiev.
Las aventuras y desventuras de Pedro vinieron narradas por David Lorenzo, amalgamando la puesta en escena del cuento, teatralizado por el grupo de actores de La Cueva de Melpómene” dirigidos por Pedro Albaladejo y la música de la Orquesta, bajo la batuta de José F. Sánchez.
Pedro, un joven pionero soviético, vive con su abuelo, que es leñador, en una casa en un claro del bosque. Un día Pedro sale de casa, dejando abierta la puerta del jardín, y se hace amigo de un pájaro. Un pato ve la puerta abierta y decide salir a nadar al estanque cercano. El pájaro y el pato empiezan a discutir: «¿Qué clase de ave eres tú, que no puedes volar?», a lo que el pato replica: «¿Qué clase de ave eres tú, que no puedes nadar?». Entonces el gato de Pedro sale sigiloso intentando atrapar a las aves y Pedro les aconseja que se pongan a salvo: el pájaro vuela a un árbol y el pato nada al centro del estanque.
Entonces llega el abuelo y regaña a Pedro por estar en el prado, y le dice que afuera le puede atrapar el lobo del bosque. Pedro responde diciendo que no tiene miedo, que es muy valiente y puede atrapar al lobo. El abuelo lo mete en la casa de la oreja y cierra la puerta. Poco después, en efecto, aparece un enorme lobo, el gato se pone a salvo en un árbol, pero el lobo atrapa al pato y se lo come.
Pedro presencia la escena mirando a través de una ranura de la puerta. Pedro se engancha a una cuerda y salta el muro del jardín, y se encarama a la rama de un árbol. Le pide al pájaro que vuele alrededor del lobo para distraerlo, mientras él desde la rama prepara un nudo corredizo, baja la cuerda y consigue enlazar al lobo por la cola. El lobo trata de liberarse, pero Pedro tira con todas sus fuerzas y logra atar la cuerda al árbol.
En esto llegan tres cazadores que venían rastreando al lobo y se preparan para dispararle. Pero Pedro les convence para que le ayuden a llevarlo vivo al zoológico. Y todos emprenden un desfile triunfal hacia el zoo, celebrando felices el fin del terror. Al final se puede incluso oír al pato en el interior de la barriga del lobo, pues se lo había tragado sin morderlo.
La música se adaptó a los personajes de tal forma que era imposible separar cada nota de cada uno de los roles adatados a cada una, así Pedro, era el sonar de toda la cuerda de la orquesta; el pajarito, la flauta; el gato, el clarinete; el pato, el oboe; el abuelo, el fagot; el lobo, las trompas y los cazadores, la percusión. Una obra preciosa, ejecutada con la elegancia y maestría de “Nuestra” Orquesta que encandiló a toda la familia que asistió en masa, terminado con una bien merecida ovación de varios minutos.
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