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Una plaga de polillas gigantes invade el sureste de España tras una primavera inusual

En Torrevieja se han detectado en varios lugares, siendo de un tamaño considerable

Polilla gigante

Una insólita concentración de polillas gigantes ha alterado la normalidad en diversas localidades del sureste peninsular durante la última semana de mayo. Aunque no es un fenómeno inédito, la intensidad con la que se ha producido este año en Murcia, la Vega Baja del Segura, Albacete, Madrid, Castellón o Cuenca ha provocado un notable desconcierto entre la población.

Los expertos coinciden en que no estamos ante una «plaga» en el sentido estricto del término, sino ante un fenómeno biológico cíclico, amplificado por una primavera excepcionalmente húmeda y la entrada reciente de masas de aire cálido procedentes del norte de África.

 Un fenómeno que se repite con más intensidad y antes de tiempo

En realidad, lo sucedido en el Sureste no difiere demasiado de lo que ocurre en la región cada primavera. Lo que ha cambiado es la magnitud y el momento. Este año, las condiciones meteorológicas han favorecido una explosión poblacional adelantada.

 De vuelos erráticos y confusión nocturna

No es extraño que, en mitad de la noche, una sombra revoloteando a escasos centímetros del rostro provoque un sobresalto. Su tamaño y su comportamiento errático las hacen fácilmente confundibles con otros insectos más temidos, como cucarachas aladas o incluso murciélagos.

Y no es casualidad. Algunas especies, como la Autographa gamma, han evolucionado para imitar patrones de vuelo que dificultan ser capturadas por sus depredadores naturales. Otras, incluso, emiten sonidos imperceptibles al oído humano para interferir en la ecolocalización de los murciélagos. Es una estrategia de defensa refinada durante milenios.

 La clave está en el tiempo: humedad primaveral y calor sahariano

Que aparezcan en grandes cantidades no es casual. La combinación de lluvias abundantes en abril y temperaturas elevadas a finales de mayo crea un entorno ideal para el desarrollo de estos insectos. Además, muchas de estas polillas proceden del norte de África, donde crían, y migran hacia el norte con la subida del calor, deteniéndose temporalmente en la Península antes de continuar su trayecto hacia Europa.

La Autographa gamma, por ejemplo, es conocida por aprovechar los vientos del sur para avanzar cientos de kilómetros en pocos días. Y aunque en su paso no busca colonizar, sí puede generar episodios como el actual, que parecen invasiones pero no lo son.

 No son peligrosas, pero sí molestas

El primer impulso suele ser la alarma. Sin embargo, estas polillas no suponen un riesgo para la salud. No pican, no transmiten enfermedades y no se alimentan de fibras textiles en la mayoría de los casos. Sólo algunas especies, como la Tineola bisselliella, comúnmente llamada «polilla de la ropa», pueden deteriorar prendas, y siempre que estas contengan restos de sudor o piel.

Sí pueden afectar a personas con alergias a sus escamas o causar reacciones cutáneas leves. Además, las larvas de algunas especies pueden infestar alimentos mal almacenados, por lo que sellar despensas y conservar productos en envases herméticos es una buena práctica en esta época del año.

 No es la luz, es el olor: lo que las atrae realmente

Durante mucho tiempo se pensó que las polillas entraban en casa atraídas por la luz. Pero estudios recientes apuntan a otra causa principal: el olor.

Compuestos volátiles emitidos por tejidos usados, alimentos o incluso productos de limpieza pueden resultar irresistibles para estos insectos. En un entorno urbano, nuestras viviendas emiten una combinación de señales químicas que las polillas interpretan como indicios de alimento o refugio.

 Cómo mantenerlas alejadas sin usar insecticidas

Ante su presencia, hay soluciones sencillas. Aromas como la lavanda, la menta o el laurel resultan desagradables para la mayoría de especies. Colocar bolsitas con estas plantas en armarios y cajones puede ayudar a repelerlas. También funcionan los aceites esenciales en algodones, o las trampas de feromonas que interrumpen su ciclo reproductivo.

No suele ser necesario activar dispositivos de control masivo, ya que su ciclo vital es breve y la población decaerá en cuestión de días. Si su presencia es especialmente molesta, los insecticidas domésticos de base natural son suficientes para reducir la actividad en interiores.


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