Fernando Guardiola
Quiero iniciar este relato, que espero que sea diario, si ustedes lo quieren, contándoos que ayer por la tarde a las ocho, salí por tercer al día al balcón de mi casa a aplaudir en mi calle, la de San Luis, en la que no vivimos muchos vecinos, pero nos sobra, aplaudimos desde hace tres días a todos aquellos que no se pueden quedar en su casa, porque están pendientes de que nada falle: a nuestros sanitarios, desde los enfermeros y médicos, a las señoras de la limpieza de hospitales y centros de salud, que sin medios cumplen cada día; a los que nos recogen la basura; a protección civil, esa fuerza voluntaria que ni duermen muchas veces, para que a nadie se le ocurra salir o ayudar a los que no pueden hacerlo.
A la Guardia Civil y a la Policía Local, que incomprensiblemente tienen que estar pendientes de que guardemos las distancias, de no salgamos a la calle solo a lo imprescindible y que algunos o no entienden o se creen los dioses del universo, inmunes a cualquier cosa y lo único que son es unos insolidarios que ni saben ni quieren escuchar unas normas que solo quieren reducir esa curva maldita, salteada de muertos, que ni siquiera pueden tener un entierro digno. ¡Sois lo peor!.
A esas cajeras de supermercado, que tratan de ayudar en lo que pueden y a las que en algunos centros nadie les ha proporcionado unos medios de seguridad adecuados. A los nos reparten el butano, a los repartidores de comida; a los farmacéuticos, convertidos algunas veces en médicos de cabecera; a mis compañeros de la prensa, a veces siempre los grandes olvidaos y que están al pie del cañón para informar, ayudar y resolver problemas y dudas de muchos que aun andan perdidos; a los empleados de gasolineras, … por todos ellos representados en ese aplauso y en ese homenaje icónicamente representado por nuestros sanitarios, termino cada día emocionado, como miles de personas desde sus casas que demuestran, cada día, que estamos unidos ante esta situación.
Que no tenemos miedo, aunque estemos preocupados. Que no estamos solos, aunque nos sintamos solos. Que la solidaridad es más fuerte que el egoísmo. Que damos las gracias a quienes se juegan su vida por nuestras vidas. Que vamos a vencer como sociedad. Es en las peores crisis cuando todo lo humano sale a la luz: lo peor y lo mejor. La insensatez de quienes deciden escaparse a la casa de la costa, con el riesgo de difundir la enfermedad; el egoísmo de quien roba mascarillas de un hospital; la irresponsabilidad de los que se van a hacer deporte o ciclismo por la vía verde.
Pero son los menos. Son muy pocos. Porque la gran mayoría de los españoles están respondiendo de forma ejemplar. En estos días he estado sin poder salir a nada, una grave dolencia en un pie, que se me ha hinchado hasta la desfiguración, me lo ha impedido, aunque ya anoche pude salir, al no dolerme. Fueron cinco minutos, bajar y dejar la basura,… pues me sentí como al preso que le indultan y sale de la cárcel,… libre … hasta el olor a mierda de los contenedores era un olor a libertad…
Esta noche he vuelto a salir, tenía que comprar algo de pan y cosas para el aseo,… casi no llego. Los comercios que pueden abrir están acortando sus horarios,… pero bueno si lo de ayer fue una fiesta lo de hoy ha sido un “sábado noche loco” sin fin.
Sigo preocupado por todo lo que está pasando y al pie del cañón,… o del ordenador, intentando hacer llegar a los que nos siguen todo lo que pasa, colgando en la red todo lo que con ilusión nos mandan por whatsapp o facebook. Algunas cosas realmente hermosas, otras que se van convirtiendo en cotidianas, pero no por ellos menos sinceras y dignas de compartir.
Hoy ha sido un día especial, mientras las sombras a veces nos turban, sigue llegando la luz y Ainara, una gran amiga, nos ha regalado a la vida a Leyre… el futuro. Por ella y por todos los niños de nuestra ciudad, ignorantes del dolor que nos embarga y por nuestra preocupación por el futuro va mi aplauso.
Hasta mañana, os echo de menos, … nos vemos
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