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El miedo como estrategia contra el crecimiento personal

“¿Tú también, (B)bruto?” –Shakespeare-(Julio César a Bruto, su asesino, antes de morir)

Amo el fútbol desde que, como un potrillo, trotaba los campos de mi niñez. O sea, desde siempre. Me crié en un barrio obrero del Madrid de los 60, y siempre estuve, como jugador, ligado al equipo del distrito por el que rodé mi juventud. Carabanchel fue un territorio lleno de motivación y pasiones, incontrolablemente saludables, para mi  (r)evolución como chico de barrio enamorado del deporte.Después de 50 años, he de reconocer que, hasta los 20, no encontré razón alguna para cambiar la generosa nube de mis sueños por la disciplina insípida del miedo a los demás. Me explico: durante solo dos temporadas soporté jugar en el equipo más conocido de la capital. El comportamiento de uno de los empleados del mismo provocó tan inesperada huída. La actitud grosera de un ignorante sin límites, que dejaba al descubierto sus carencias sobre los conocimientos pedagógicos, técnicos y psicológicos de su trabajo (era el entrenador), hacían de aquel tipo un verdadero BRUTO. Yo, renuncié a mantenerme sumiso y, simplemente, me fui. Aquel individuo, posiblemente, hubiera roto mi ilusión (si lo hubiera consentido), manejando, sin criterio alguno, después, mi destino como “aspirante”  a futuro jugador profesional del deporte más polémico y arrollador que existe: el fútbol.Una vez dejado atrás este insoportable arquetipo de ser humano, por otro lado, elemento representativo de la España franquista, grotesca e ignorante de aquellos tiempos, mi relación con la trama de este infinito (por sus innumerables combinaciones) juego ha sido más que dichosa. Hasta que el cuerpo me dijo basta, claro está. En fin, que, por este último motivo, ahora solo miro. Y oigo. Y les cuento. ¿Saben qué?, atentos: días atrás, disfrutando del sol mientras esperaba en los alrededores del polideportivo (aquí, en Torrevieja), escuché cómo, en los diferentes campos de fútbol (entrenaban niños entre 7 y 13 años), sus respectivos entrenadores, monitores o lo que quiera que sean, se “despachaban” a gusto con los pequeños aprendices. Por un momento, el pasado se hizo presente en un pispás. Los educadores (que eso es lo que debieran ser), públicamente:  maldecían, juraban, blasfemaban, gritaban histéricamente( censurando así el error del niño en cuestión), les amenazaban con castigos y hasta, a veces, les insultaban. Estoy seguro de que si los entrenadores, monitores o lo que quiera que sean, fueran preguntados, después de la “sesión catárquica”(para ellos)  sobre sus malas formas al dirigirse a los chicos, posiblemente nos dirían que si nos hemos vuelto locos. Pero no, realmente, no existe más enajenación que la de ellos mismos, motivo por el cual no se acordarán nunca de lo que aconteció en el terreno de juego (¿). De los cuatro campos sintéticos, solo en uno de ellos (ocupado por equipos de niños ingleses), los entrenadores, monitores o lo que quiera que sean, trataban a sus chicos con tacto, pedagogía deportiva, con cariño.La existencia de esa gente obscena (en cualquier sentido que se quiera dar a la palabra)-entrenadores “maltratadores”, diría yo- no es lo más grave de la situación, porque, como está demostrado, siempre existirán individuos que rebuznen, ladren, muerdan, hieran, incluso maten a sus semejantes en cualquier periodo de nuestro paso por la historia de los seres vivos. Lo triste, lo impropio, lo censurable y alarmante es observar como los padres/madres de esos niños (futboleros o lo que quiera que vayan a ser) no sacan inmediatamente de la cancha a sus hijos, una vez el “vocero” de turno se haya “pasado 3 pueblos” verbalmente con los pequeños.¿Porqué los adultos que estaban presentes en la grada se “tragaron” ese pobre ejemplo de “entrenamiento” como si nada anormal estuviera sucediendo?. ¿Los progenitores y familiares, allí presentes, asumen tal “entrenamiento” como parte de la actitud que, en el futuro, sus hijos deberán tomar (quizás esos propios adultos ya la vengan padeciendo desde hace tiempo en su propia piel) frente a los avatares de la vida?. Es decir, ¿el miedo les hará someterse ante cualquier orden intolerablemente irrespetuosa, denigrante, insultante para la inteligencia o la dignidad con tal de conservar a salvo “el puesto”?. ¿En el terreno de juego, uno debe conservar, de esta dolorosa  manera, “el puesto” de medio-centro, y  en el terreno laboral, “el puesto”, el empleo, el currele, sin más?. ¿Y, todo ello, a cambio de algo muy, muy simple:  1. Aceptar las órdenes del bruto de turno y callar; 2. Asumir y digerir el movimiento jerárquico basura con el que intentan someternos a diario?. ¿Podríamos deducir, entonces, que la formación de nuestros hijos y nuestro propio futuro, estaría fundamentado, pues, en el miedo que nos suministran, en dosis envenenadas, los estrategas de las crisis?. ¿De las numerosas crisis, ante las que se nos agotan ya las respuestas, por simple agotamiento?. ¡No me jodas, primer mundo!. ¿Entavía andemos asín?.Manuel Bueno, un aficionado más.


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