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La fe, el perdón y la música procesional, ejes fundamentales del pregón de la Semana Santa de Torrevieja de Antonio Hódar

Encarnación Mañogil Jiménez recibió el “Capirote de Oro 2024”

Álbum, pinchando sobre la foto

TEXTO ÍNTEGRO DEL PREGÓN EN INTERIOR

VÍDEO: Pinchando AQUÍ

El Templo Arciprestal de la Inmaculada Concepción se vistió ayer de gala pasional, para acoger el acto de la glosa del Pregón de la Semana Santa 2024, que en esta ocasión preparó, Antonio Hódar. Actuado como mantenedor el periodista, Antonio Aniorte, que abrió con el agradecimiento por su presencia a todos los presentes, entre los que se encontraban el acalde de Torrevieja, miembros de la Corporación Municipal, sacerdotes de las Parroquias de la Ciudad, la Corte Salinera y numerosos miembros de las diferentes cofradías de la Semana Santa Torrevejense, declarada de Interés Turístico Provincial.

Abrió el acto la entrada del estandarte de la Junta Mayor de Cofradías, al son de un fragmento instrumental de “La Pasión” tradicional de Torrevieja. Con posterioridad el Coro Maestro Ricardo Lafuente interpretó la III Estación del Vía Crucis, con el que en 1982, el maestro Lafuente obsequiara a la Junta Mayor de Cofradías.

Se dio paso entonces a la entrada de los representantes de los cofrades de las catorce cofradías, encabezadas por sus presidentes y presidentas que portaban un cirio, que tras encenderlo, los situaban alrededor del mismo,  en el altar mayor, mientras se interpretaba la Obertura del Oratorio «Yohanan» de José Antonio Quesada y Música de Aurelio Martínez. Tras ellos, hicieron su entrada el concejal de cultural, Antonio Quesada, los sacerdotes, Francisco Miravete, Aurelio Martínez, el consiliario de la JMC, José Antonio Gea y por último el pregonero, Antonio Hódar, acompañado el Alcalde, Eduardo Dolón.

Tomó la palabra el presidente de la JMC, Paco Beltrán, que puso en valor la Semana Santa de Torrevieja, felicitando públicamente a todos los representantes de las diversas Cofradías que se situaban en el lateral del altar, dio también las gracias a las instituciones, por el apoyo que siempre han encontrado en cada una de las ocasiones que se le ha requerido.

Antonio Aniorte dio paso entonces al que sería el gran protagonista de la noche, el pregonero Antonio Hódar, un torrevejense, abogado, miembro de la Corporación Municipal durante cuatro mandatos y uno de los fundadores de la Junta Mayor de Cofradías de Semana Santa, cofrade de San Juan Evangelista de la que fue presidente hasta el año 2016. Un amante de las tradiciones locales y en especial de la Semana Santa.

El pregón de Antonio Hódar, fue un canto a la tradición pasional de la ciudad, remontándose al periodo anterior a su refundación en 1981, donde sus desfiles se realizaban por calles oscuras con la sola luz de las velas. En su pregón se hizo acompañar metafóricamente, situándolos en el coro de la Iglesia, a todos aquellos presidentes y amigos fallecidos y que no quiso se perdieran su glosa, haciendo alusión a ellos en varios pasajes del mismo. Fue un pregón lleno de sentimiento religioso, de fe, amor y perdón, sin querer olvidar a aquellos que llevan su propio calvario con una fe indestructible, como A. Manuel Ballester, Roque Canales y Carmen García. Teniendo también un recuerdo para aquellos que sufren, como los familiares y habitantes del trágico incendio del edificio del Barrio de Campanar en Valencia.
Su glosa estuvo cargada de anécdotas, algunas tan inverosímiles que levantaron en alguna ocasión las carcajadas de un público embelesado con su verbo, su conocimientos de la Semana Santa salinera y su sentido del humor. Aunque a veces su voz se truncaba, sobre todo al recordar algunas de las personas que tanto significaron para la Semana Santa. Hizo un breve recorrido por los desfiles procesionales de Torrevieja, iniciando con el domingo de Ramos y estacando la procesión del Encentro en la Vía Dolorosa y el encuentro de la Resurrección en las “Cuatro Esquinas”, haciendo un homenaje a la familia Mínguez Parodi, que hasta hace poco eran los encargados de retirar la mantilla de luto de la Purísima. Terminó su pregón con el deseo de una buena Semana Santa y la petición de que se vivan en paz.

Tras el pregón sonó una música inspirada en el último de los grandes misterios incorporados a nuestra Semana Santa, que pretendió reflejar la solemnidad y el recogimiento del momento evangélico trascendental para la historia del cristianismo, cuando Jesús realizó la institución de la Eucaristía, ese momento evocador que puede sonar a oración, a oración de «Padre Nuestro», a ese momento especialmente de gran devoción, que salido de la gubia del imaginero Víctor García Villalgordo, convierte las calles de Torrevieja en cenáculo para Jesús en su Última y Sagrada Cena. Con la música de Aurelio Martínez López, sonó «La Última y Sagrada Cena».

Imposición del Capirote de Oro a Encarnación Mañogil

Tras el gran pregón de Antonio Hódar, accedieron al altar mayor el presidente de la Junta Mayor de Cofradías y Encarnación Mañogil Jiménez a la que le fue impuesto el “Capirote de Oro” 2024. Encarna pertenece a al Cofradías de Nuestro Padre Jesús Triunfante y Ntra. Sra. de la Esperanza y de la Paz desde sus principios, convirtiendo su devoción en un estilo de vida. Fue presidenta de la Cofradía acometiendo su consolidación, impulsando la celebración del 25º Aniversario de la fundación de la Cofradía. Uno de sus proyectos fue la creación de la imagen de Nuestro Padre Jesús Triunfante que se convirtió en cotitular de la misma.

Tomó la palabra el alcalde de Torrevieja, Eduardo Dolón que elogió el pregón de Antonio Hódar, del que dijo que es un hombre que estuvo en política y que se supo mantener fuera de ellas pero sin olvidar su consejo y apoyo en muchas circunstancias. Quiso felcitar también a Encarna Mañogil y por último se dirigió a todos los cofrades para dar las gracias por esa manifestación de fervor que es la Semana Santa y deseo a todos que estos días sean felices.

Por último el párroco José Antonio Gea, aprovechó la concurrencia de tantas fuerzas públicas para reclamar a todos el arreglo que la cubierta del Templo, y sobre todo para felicitar tanto al pregonero, que le había hecho aprender más de la Semana Santa de Torrevieja y a Encarna Mañogil por su merecido Capirote de Oro, convocando al silencio, la oración y el perdón en esta Semana Santa,

Se cerró el acto de la glosa del pregón con un homenaje a una imagen que en el templo de la Inmaculada, recibe culto durante todo el año, una de las principales devociones de la Semana Santa Torrevejense, Jesús Yacente en el Santo Sepulcro, ese que cada Viernes Santo procesiona por las calles de la ciudad, provocando el silencio y el respeto a su paso. Cuando se cumplen siete décadas desde que los Hermanos Blanco realizaran tan magnífica talla, la ciudad contempla cada año el paso sereno de este Señor que ha muerto, en ese momento se eleva una plegaria unánime al cielo que sonará en la procesión del Santo Entierro de Cristo, plasmada en este himno cristiano decimonónico, adaptado al esquema procesional: – «Cerca de ti, Señor». La parte musical del acto corrió a cargo del Coro maestro «Ricardo Lafuente», el “Hoquetus ensamble” de la UMT y el organista Eneko Osuna, bajo la dirección de Aurelio Martínez López.

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DEL AÑO 2024 de ANTONIO HÓDAR (Íntegro)

Sr. Alcalde, Sr. Presidente de la J.M.C., Sacerdotes, Concejales, Junta Directiva de la J.M.C., Presidentes y Hermanos Mayores de sus distintas Cofradías, cofrades, compañeros costaleros, amigas y amigos, buenas noches a todos y muchas gracias por estar aquí.

Antonio, muchas gracias por tus palabras de presentación, aunque he de confesar que son inmerecidas, totalmente exageradas y fruto seguramente del cariño que recíprocamente nos profesamos, que en mi caso es una prolongación del que le tuve a tu padre (mi chache Antonio) y del que le tengo a tu madre, Conchita. Recuerdo cuando acompañé a tu padre a inscribirte en el Registro Civil de Alicante tras tu nacimiento. De todos modos, muchas gracias.

Aprovecho este momento para felicitar públicamente a nuestra Capirote de Oro. Amiga Encarna, siempre te has dedicado a engrandecer nuestra Semana Santa y no solamente tu Cofradía, porque hay que decir que engrandeciendo tu Cofradía has engrandecido a la JMC y a Torrevieja. Pero, además de eso, siempre has estado dispuesta a ayudar a cuantos te hemos pedido ayuda desde otras Cofradías. Has sido, eres y serás un ejemplo para mí y para cuantos te conocemos y te queremos. El brillo dorado de ese capirote que te van a poner en la solapa, en tu pecho, está sacado a pulso con tu trabajo durante muchos años. Ahora la familia semanasantera te encomienda una nueva obligación: tienes que seguir siendo ejemplo y banderín de enganche para las nuevas generaciones. Gracias y enhorabuena.

Cuando recibí el encargo de la Junta Mayor de Cofradías para que pronunciara el Pregón de la Semana Santa de este año he de confesar que me sorprendió y me abrumó, fue algo totalmente inesperado. Mis únicos méritos, si tengo alguno, es amar a Torrevieja, querer a nuestra Semana Santa y tener muchos y buenos amigos. Les confieso que mi primera intención fue venir hoy aquí sin preparar nada y hablarles de Semana Santa, que fuera algo espontáneo y lo que en ese momento me saliera, pero Lola, mi mujer, y Reyes, mi amigo y que me ha precedido en esta actividad de pregonar la Semana Santa, me aconsejaron que lo escribiera y diera lectura al mismo. Muchas son las razones que arguyeron y la verdad es que tienen razón. Pues a ello vamos, voy a dar lectura a este pregón y haré lo que pueda.
En el año 1989 decidió la JMC, bajo la dirección de nuestro gran artista D. Tomás Valcárcel Deza, escenificar en el acto del Pregón un auto sacramental titulado “la resurrección de la hija de Jairo”, siendo todos los actores cofrades y la mayoría sin ninguna experiencia en la interpretación. Ninguno de los personajes decía nada, ninguno hablaba. Era todo mímica, música, movimientos y colorido. Cuando empezamos a ensayar, poco a poco, D. Tomás lo fue cambiando todo y, al final, todos los personajes hablaron, dijeron algo. Todos menos el que yo representaba, que era Jesucristo. La excusa que me daba era que nadie sabía cómo era la voz de Jesús y que tenía que mantenerse el misterio. Pero la vida siempre da segundas oportunidades y mira por donde, ahora, pasados los años (25), se me brinda la oportunidad de hablar en el mismo acto, aunque por poco no lo consigo porque he estado toda la semana con una afección seria de salud y afonía. Quiero aprovechar el momento y disfrutar con la lectura de este pregón, pero si no pudiera terminarlo le pediré a mis hijos que lo hagan por mí.

Quiero empezar dando las gracias a todas las personas que han hecho posible que yo esté hoy aquí. Por supuesto al Presidente de la JMC y a su Junta Directiva, pero también a mis padres, Ceferino y Maribel, quienes me educaron en la fe y en la querencia semanasantil, a mis hermanas que han compartido conmigo esta pasión, sobre todo a mi hermana Meme, que ha sido siempre mi “jefa” en estas tareas. También a mi mujer, Lola, que me ha permitido continuar vinculado y me ha ayudado a ello, y, como no, a mis hijos Antonio y Alfonso, que me han hecho enormemente dichoso al poder compartir con ellos “anda” como costaleros en el Trono de San Juan Evangelista. Quiero recordar a mis amigos, que siempre han estado para lo que hiciera falta: empujar tronos, sacar estandartes, portar tronos, organizar, etc. Y no puedo olvidar a todos aquellos que me enseñaron lo que es la Semana Santa, sus desfiles y su organización, a todas esas personas con las que he tenido el enorme gusto de compartir tareas, unos vivos y otros fallecidos, pero todos ellos guardados en el sagrario de mis recuerdos, en mi corazón.

Para ser justos yo debería citar con nombre y apellidos a mucha gente, tantas personas que no quedaría tiempo nada más que para dar las gracias y desearles unos felices días. Pido perdón a todas aquellas personas que no pueda nombrar, pero que sepan todos ustedes que son importantes e imprescindibles en esta obra colectiva que son nuestros Desfile Procesionales. Ellos y ustedes me han traído aquí e intentaré no defraudarles, para lo cual me encomiendo a nuestro Señor, aquí a las faldas de su Madre y la Nuestra, La Purísima.

Me han precedido en estas lides grandes pregoneros, desde Cardenales a
grandes comunicadores, periodistas, músicos, profesores, catedráticos y literatos. Ninguna de esas cualidades tiene quien les habla, por lo que no esperen un pregón muy teológico o de gran calidad literaria, aunque, eso sí, les reconozco que va a ser un pregón donde la pluma va a estar movida por el corazón y las vivencias de este humilde costalero que, como antes les decía, ama a nuestra Semana Santa.

Imagínense ustedes lo que supone para mí estar hoy aquí pregonando la Semana Santa de mi pueblo, precisamente en esta Iglesia de la Inmaculada donde se casaron mis padres, me bautizaron a mí, hice la primera comunión y me casé y teniendo de testigos a todos vosotros y a quienes, salvando a Dios y a los Santos, más años llevan habitando este sagrado lugar, como son los grandes lienzos de mi tío José Hódar Talavera que adornan sus laterales. Además también fui monaguillo en esta Iglesia junto a muchos amigos, algunos fallecidos como son Paco Mínguez Vallejos y Pedro Valero Mazón, a quienes hoy quiero recordar.

Quizás uno de los mayores hándicaps que yo pueda tener para hacer este Pregón es saber demasiadas cosas por cuestión de edad y no saber sintetizarlas, así como la emotividad que supone recordar ese pasado y a esos amigos, algunos de los cuales hoy no están físicamente con nosotros. Espero poder controlar las emociones y si en algún momento se entrecortan mis palabras espero que sepan disculparme, pues he de reconocerles que me he emocionado y he llorado bastante preparando estas palabras que ahora les dirijo, pero … también me he reído.

Que gusto da ver nuestra Iglesia de la Inmaculada tan abarrotada de gente, lo que es prueba del buen hacer de nuestra JMC, los enormes méritos de nuestra Capirote de Oro y el gran cariño y devoción que existe en Torrevieja por la Semana Santa, ampliamente demostrado a lo largo de los años. Que este año se celebren aquí los Encuentros de Cofradías y Hermandades lo corrobora.

De todos modos, he de confesarles, aunque ustedes ya lo saben, que hay más gente presente hoy aquí que la que nuestro sentido de la vista nos permite observar, porque como suele ocurrir todos los años en esta noche de Pregón hay un grupo de personas que no fallan, que son puntuales en esta cita. No los veremos, pero sí los sentimos y yo les aseguro que están aquí con nosotros. Yo los invité a venir y me dijeron que no faltaban nunca. Ellos son los que realmente han escrito este pregón al que yo estoy dando lectura, porque mis vivencias han sido en gran parte con ellos, de ellos he aprendido a entender y a querer nuestra Se-
mana Santa y sus procesiones y ellos son los que me han sugerido estas letras. Están todos en Tribuna, allá por el Coro, para no perder detalle, lo que para mí es una ayuda, pues me irán guiando en este acto. Están ahí los dos Marianos (Montesinos Torregrosa y Montesinos Serrano), Javier Torregrosa, Antonio Aniorte, Fina Martínez, José Pedro Aldeguer, Rafael Prats, Pedro Manuel Asensio, Miguel-Ángel Torres, Atanasio Fructuoso, Rosario Chazarra y … , tristemente, mucha gente ya.

Tengo presentes todos los pregones habidos hasta ahora, como guía, ejemplo e inspiración, pero permítanme recordar el primero de ellos en 1983, el de D. Juan Mateo García, que lo hizo girar sobre el mandamiento menor de San Juan Evangelista de “la verdad os hará fuertes, la verdad os hará libres”. Todo lo que les voy a contar es completamente verdad y he tenido total libertad para confeccionar estas letras.

Voy a hacer pivotar estas palabras y reflexiones sobre los tres conceptos sobre los que yo considero que gira la Semana Santa, que son tradición, lealtad o amor y perdón, envuelto todo ello con esa argamasa que le da sentido a los tres conceptos anteriores y que es la fe. Todo este Pregón va en esa línea, la de respetar y conmemorar una tradición, la del amor de una Madre a su Hijo, la del amor de Jesús por los hombres, la del perdón de Jesús a quienes lo ofenden, traicionan, crucifican y dan muerte. Y en esa fe en que todo va a salir según lo previsto.

Sigo pensando que la tradición es una de las bases para que perduren y se mantengan nuestros desfiles procesionales, como decía Machado “es la fe de nuestros mayores”. La lealtad al credo cristiano hace mejor esta vida y el perdón nos hace mejores a todos y a nuestra sociedad. Que importante es tener fe, fe en Jesús y en las personas, fe en lo que hacemos y en lo que hacen nuestros semejantes.

Por mi profesión estoy acostumbrado a hablar en público y no me impone hacerlo, aunque eso no ha sido así siempre y, por supuesto, que no lo era cuando iniciamos nuestras procesiones en el año 1981. Al subirme hoy a este atril uno de los primeros recuerdos que me viene a la memoria es del sábado de gloria del año 1982 (hace 42 años). Recién terminadas nuestras primeras procesiones, cuando estábamos recogiendo todos los tronos y enseres utilizados apareció D. Ricardo Navarro, Arcipreste de este Templo entonces y persona que propició el resurgimiento de nuestras procesiones, y pidió que las tres lecturas de ese día las hiciéramos tres personas de la JMC. Uno de ellos fue Javier Torregrosa, el segundo no recuerdo ahora quien era y faltaba un tercero, pero Javier le dijo a D. Ricardo que ya estaban los tres designados. Me dijo que tenía que hacer yo una lectura, que era sencillo y para que me confiara me dijo que él iba a hacer la primera lectura y me dejaba el libro preparado y abierto con la segunda lectura, que solo tenía que subir al atril cuando él bajara y que, tras entonar unos cánticos los feligreses, empezara yo con la segunda lectura. Yo, con mis veinte años, mi timidez y sin ninguna experiencia de hablar en público y con ganas de que aquello pasara lo más rápido posible, una vez que Javier terminó su lectura salí corriendo y me subí al atril. Recuerdo que era de madera y que aquello parecía una jarbeta en medio del mar en un día de gran marejada, porque mis nervios hacían que se moviera el atril de ese modo. Una vez que terminaron los cánticos arranque yo a gran velocidad con la segunda lectura y D. Ricardo al oírme inició una carrera digna de récord olímpico hacia el otro micrófono. La realidad era que antes de la segunda lectura D. Ricardo tenía que decir unas palabras que empezaban por “oremos” y después, cuando él terminara de hablar, era cuando debía empezar yo con la segunda lectura. A mí al oírlo hablar, por los nervios, no se me ocurrió otra cosa que decir “bien, pues vamos a orar y luego ya sigo yo”. La Iglesia estaba abarrotada de gente ese Sábado de Gloria y las carcajadas y sonrisas fueron en aumento a la vez que el color rojo se fue adueñando totalmente de mi tez. Una vez hecho el ridículo les aseguro que después hice una lectura tranquila y que los nervios desaparecieron, pues pensé que si el temor que yo tenía era a hacer el ridículo y ya lo había hecho pues ya podía estar tranquilo. Saqué de esto una gran lección: muchas veces dudamos de nuestras capacidades y damos al miedo al fracaso mayor importancia que la que realmente tiene y esto nos atenaza y no nos permite desarrollar muchas cosas. Tenemos que tener confianza y saber que todo se aprende y que de todo se aprende.

El encargo que se me hace con este pregón es invitar a todo el mundo a conocer y vivir nuestra Semana Santa. Si únicamente fuera dar publicidad a nuestros desfiles procesionales podemos decir que sería una tarea fácil, ya que nuestra Semana Santa ya es bastante conocida. Entiendo que conocerla es un primer paso hacia el segundo y más importante que es vivirla. Yo les invito a que no se limiten simplemente a conocerla, sino que la sientan, que la vivan.

Yo les propongo un pregón retrospectivo (basado en la tradición, en lo que ya ha ocurrido), individualizado (mis vivencias personales y las de aquellos a quienes yo he conocido) y expansivo (que sea utilizado por todos como llave de entrada para vivirla). Me explico. Yo les voy a contar lo que ha sido para mí la Semana Santa, mis vivencias, las personas que he conocido en ella, lo que me ha aportado y lo que me ha servido para formarme como persona y como cristiano y lo ofrezco como oración, como vehículo que les pueda ayudar a vivir este fenómeno. Mientras yo hago esta exposición les propongo que cada uno de ustedes reflexione sobre qué es para él la Semana Santa y lo que le ha servido en su vida. Una vez que tengamos todo eso y que este acto del pregón haya finalizado, debe estar el compromiso de todos nosotros para seguir difundiendo nuestra Semana Santa. La Semana Santa es de todos y para todos y tenemos que ser capaces de que llegue a todos los rincones, pero sobre todo al de nuestros corazones para poder vivirla y disfrutarla.

Siendo el eje principal de nuestra Semana Santa los desfiles procesionales yo quiero también llamar la atención también sobre todo lo que se desarrolla en positivo a su alrededor, como han sido los concursos de carteles, fotográfico, redacción, poesía, dibujo, saetas, etc. que ha venido organizando la JMC y también la gran cantidad de piezas musicales que se han ido creando, desde el Vía Crucis de Ricardo Lafuente hasta el Johanan de Aurelio Martínez y Antonio Quesada, pasando por las marchas de Francisco Grau, Armando Bernabéu, José Francisco Sánchez, Ramón Torres, etc. Muy acertado que la JMC haya decidido que el concurso de fotografía lleve el nombre de Javier Torregrosa, alma y corazón de nuestros desfiles procesionales.

Preparando este Pregón he estado curioseando en los archivos de la JMC, en las Revistas que se han ido editando y la verdad es que existen auténticas joyas literarias en ellas, con firmas de algunas personas hoy desaparecidas y que forjaron la vida cultural de Torrevieja, como fueron Antonio Rebagliato, Marisa Ruso, Paco Atienza, Emilio Sánchez Campillo, Blanco Calero, César Mateo, José Mª López Dols y un largo etcétera. Les invito a su consulta y estudio porque ahí encontrarán nuestra Semana Santa.

Quiero destacar de entre todos ellos a Mari Paz Andreu, por ser una persona a la que siempre he tenido un especial cariño y que nos ha dejado recientemente, y que, con esa sinceridad y gracia que la acompañó toda su vida, después de haber sido elegida Pregonera de nuestra Semana Santa relataba que el entonces Presidente de la JMC, el querido y admirado José Pedro Aldeguer q.e.p.d., le dijo que la avisaba con tiempo para que pudiera preparar concienzudamente su Pregón y que ella pensó que no lo necesitaba porque lo tenía hecho desde hacía años. Lo explicaba así: desde que Juan Mateo dio el primer Pregón en el año 1983 me hizo ilusión hacerlo y lo escribí por si me llamaban, pero como pasaban los años y no me llamaban pensé en guardarlo en un sobre lacrado por si fallecía y que se pudiera aprovechar. Afortunadamente dio su Pregón la previsora Mari Paz y se guarda como oro en paño en los archivos de la JMC.
Siendo la Semana Santa, en esencia, la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, quiero detenerme en unas palabras del primer Consiliario que tuvo esta JMC, D. Ricardo Navarro, quien decía que “la Semana Santa no consiste sólo en revivir lo que le pasó a Jesús, sino también en vivir hoy lo que les pasa a nuestros contemporáneos”.

Viéndolo de ese modo podemos decir que esa pasión, ese calvario, esa muerte y esa resurrección de Jesús no es algo tan extraordinario o único o que nos pille muy alejado en el tiempo. Lo de Jesús sí, no quiero yo que repita nuestro Señor ese sufrimiento insufrible más de una vez. Ese calvario de Jesús que escenificamos y recordamos anualmente, también podemos verlo a título personal durante distintos periodos en nuestra vida, cuando nosotros o alguna persona cercana ha pasado por malos momentos o enfermedades, pero al final debemos recordar que se produce la resurrección, que el bien triunfa sobre el mal y que todo vuelve a la normalidad. La Semana Santa, a pesar de todo, debe ser optimista y cuando se dice feliz semana santa debemos entenderlo así, como un mensaje de optimismo, como un deseo de felicidad para el prójimo.

Quiero recordar aquí a tres personas, a tres amigos que están ahora pasando su particular calvario, el Dr. Ballester, Manuel Antonio Ballester Herrera (compañero costalero y de otras peripecias de la vida a quien han jubilado recientemente, pero al que otros muchos y yo le tenemos renovada a perpetuidad nuestra lealtad y agradecimiento), a Roque Canales Bernabé (costalero del Cristo crucificado y una persona de una fe infinita, a quien siempre le he manifestado que es mi héroe y que me gustaría tener la centésima parte de esa fe que él tiene, que se la cree y que la contagia) y a Carmen García Nieto (fundadora de la ADL de Torrevieja, amiga y una de las personas con mayor entereza y fuerza mental que conozco). Os tengo presentes siempre como ejemplo y os digo, tanto a vosotros como a todos los que están actualmente pasando su particular calvario, que somos muchas las personas dispuestas a hacer de cirineos, de verónicas y de samaritanas con vosotros y que no estáis solos.

Vivir la Semana Santa también es hoy en día revelarse contra la injusticia, contra las guerras y contra todo tipo de lacra y violencia, incluida la machista o de género o como las modas imperantes quieran llamarla en cada momento. Y es también tener presentes a las víctimas del reciente incendio de Valencia y a sus familias.
La Semana Santa no es solamente conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Cristo, sino recordar sus enseñanzas, sus milagros y sus acciones, pero también debemos entenderla como un tiempo de reflexión, de recogimiento espiritual y de gratitud a Dios. No podemos olvidar el sacrificio de Jesús en la cruz, con cuyo gesto se nos perdonan nuestros pecados y se produce la salvación de nuestras almas. Son días donde es obligado reflexionar sobre nuestra fe y renovar nuestro compromiso con Dios.

Suele decirse que comienza el Vía Crucis (el camino hacia la Cruz), como germen de nuestras procesiones, con el edicto de Milán del Emperador Constantino en el 313 con el que los cristianos tienen la libertad de recorrer en procesión el camino que Jesús recorrió en su Pasión, pero en realidad ya antes se hacía, pues surgió de forma espontánea por el pueblo que quería conmemorar el sufrimiento de Jesús. Las procesiones son, pues, una manifestación cultural, festiva si se quiere, turística si se puede, que toma su raíz de un evento cristiano como es la Semana Santa, que es siempre la misma, no cambia, es lo que está reflejado en las Sagradas Escrituras, en los Evangelios, pero las procesiones, respetando aquello, sí que cambian dependiendo de las distintas zonas y de las distintas poblaciones.

Como tiene escrito nuestro Cronista Municipal y primer presidente de la JMC, Paco Sala, “en la Semana Santa torrevejense, la frontera de lo religioso está en lo popular y profano dando como resultado una mezcla de sensualidad, colores violentos y devoción. Todas estas sensaciones y otras muchas siente el que se acerca a nuestros días de Pasión”. Así es, que bonito que es ese torbellino de colores, ese ajetreo de gentes antes, durante y después de las procesiones, ese revoloteo de capas movidas por nuestra brisa marina, marinera y salinera.

Vuelvo a citar al primer Consiliario de la JMD, D. Ricardo Navarro, cuando decía que “a través de las Procesiones, que son una manifestación de fe religiosa, Dios puede salir al encuentro de algunas personas, que no tienen otro contacto con lo religioso que estas manifestaciones de fe”. Son, por tanto, añado yo una prueba de generosidad de los cristianos, de no ser egoístas y de querer compartir nuestras creencias, que nunca deben ser algo cerrado y exclusivo. Las procesiones pueden ser la puerta de entrada para vivir la fe.

Nuestros sacerdotes señalaban en la Revista de Semana Santa del año 1989 que la palabra “pascua” es la que une el nacimiento y la resurrección de Cristo. Decían que se habla de Pascua de Navidad y de Pascua de Resurrección y que esta palabra “pascua” lo que viene a significar es “paso”, porque ese recorrido desde la navidad hasta la resurrección es como pasa Dios por nuestras vidas en un acto de amor infinito. Añado yo que aquí solemos llamar “paso” a nuestro Trono y no será tampoco por casualidad, porque definitivamente al participar en estos desfiles procesionales Dios pasa por nosotros. A esto es a lo que yo les invito a todos ustedes a que dejen que Dios pase por ustedes esta Semana Santa. Les aseguro que no saldrán defraudados.

Esta reflexión me hace recordar las palabras del Cardenal Tarancón en su Pregón del año 1988, por entender que treinta y seis años después son de gran actualidad. Decía así nuestro Pregonero: “Mi misión como pregonero es alertar a los que tenéis responsabilidades en la organización y desarrollo de estas celebraciones para que sepáis hermanar vuestro entusiasmo creativo, para darles cada vez mayor esplendor y majestuosidad, con el cuidado al propio tiempo de llenar de contenido lo que realizáis externamente, y estar atentos a la evolución que se está produciendo en nuestra sociedad, para que manteniendo todo lo tradicional que sea legítimo, acertéis a modernizar y actualizar vuestras celebraciones, a fin de que sean entendidas, asumidas, que tengan garra como dicen los jóvenes, que sean asumidas por la generación actual”.

El lema que viene utilizando nuestra JMC de “vive y cree … con los sentidos, con sentido” y su propia actuación nos da buena cuenta de que sí se tiene presente el consejo que en 1988 nos daba el Cardenal Tarancón. Siempre actualizados, pero siempre con respeto a la tradición.

Mis primeros recuerdos de nuestra Semana Santa están en fecha que no podría determinar de principios de los años sesenta y en la anterior etapa de nuestros desfiles procesionales, donde en la calle Ramón Gallud, creo que cerca de la Glorieta (de la Plaza de la Iglesia), transcurría la procesión con sus filas de capirotes y con muy poca luz, como era habitual en cualquier noche en aquella Torrevieja. En esa situación mi madre me dijo que me acercara a un capirote de los que iban desfilando, lo que hice muy cauteloso hasta que reconocí la voz de mi padre que me entregó un caramelo, de los largos, de los grandes, de los de Semana Santa. Esa imagen, aunque como les digo no se precisar ni la fecha ni el lugar, nunca la he olvidado. Me impresionó mucho.

Luego, por diversas razones, desaparecieron nuestros desfiles procesionales y todas las imágenes y enseres tuvieron que ser guardados, tarea de la que se encargaron los diferentes cofrades. Mi padre, que por aquel entonces era Presi-
dente de la Cofradía de San Juan Evangelista, entre otros artículos que guardó en nuestra casa de la calle Calvo Sotelo nº 24, hoy calle Azorín, enfrente de donde estaban la Confitería de Monge y el Hotel Gómez, fue la imagen de San Juan Evangelista. Aquí viene mi segundo recuerdo vinculado a la Semana Santa.

Decidió mi padre poner la imagen de San Juan en mi habitación, justo en la esquina izquierda según se miraba desde mi cama. Imagínense ustedes cuando se apagaba la luz de la habitación y yo intentaba dormir teniendo como testigo a San Juan, a quien con la luz de la penumbra y en la oscuridad yo les aseguro que veía moverse. No pegaba ojo. Se intentó dar solución a esa situación y taparon la imagen con una funda, con una especie de sudario, pero aquello como supondrán no fue la solución, porque no verlo todavía daba más alas a mi imaginación. Finalmente se solucionó aquello llevando la imagen a la Sacristía de la Virgen del Carmen de esta Iglesia y yo ya pude dormir. Como ven desde muy pequeño he tenido presente a San Juan Evangelista y … me ha quitado el sueño.

Mis recuerdos posteriores de la Semana Santa, ya sin desfiles procesionales, son de los oficios que se hacían y de la tristeza que se apoderaba de todos en aquellas fechas. Yo participaba en mi faceta de monaguillo en esta Iglesia, donde el mayor recuerdo es, junto al recogimiento y el silencio que reinaba en casas y calles, el olor a incienso quemado y a la gran cantidad de velas de cera que se encendían. En aquella época cuando alguien quería ver y disfrutar de alguna procesión de Semana Santa tenía que acudir a poblaciones cercanas donde hubieran. A mí, en algunas ocasiones, por razones familiares me llevaban a Cartagena, donde mis tíos Balbino de la Cerra y Salvadorita Hódar eran parte muy activa en la Cofradía de Los Californios.

Transcurren los años y llegamos a principios de los años ochenta, donde un iluminado como fue Manuel Díaz Zafra, Manolito Zafra, se dedica a pedir ayuda para recuperar las procesiones de Semana Santa. Podemos decir que al primero que convence es a Mariano Montesinos el gato, que era presa fácil porque ya venía convencido de la anterior etapa. En un momento determinado esa llamada es recogida por diversas personas y entre ellos estaban Mariano Montesinos Serrano y su mujer Mari Cruz Hurtado Torrecillas, quienes le arreglan un cartel que había hecho Manolito pidiendo colaboración para recuperar las procesiones. Entre otros sitios donde se instala ese anuncio es donde estaba trabajando Mariano en ese momento, que era en Almacenes Torregrosa, en la Tienda del Lures. Allí es visto ese comunicado por Javier Torregrosa Villena, quien se interesa por el tema y se suma al proyecto. A su vez ese comunicado se puso en otros comercios y en el Semanario local Vista-Alegre, lo que propició que fuera conocido prácticamente por toda Torrevieja. Y así se fueron sumado gentes al proyecto. Fruto de todo ello se suman Antonio-Pedro, Reyes, Paco Sala, Lucía (madre e hija), Emilio Rogel y tantos otros.

Paralelamente a esos anuncios estos nuevos gestores se ponen en contacto con antiguos responsables y cofrades de nuestra Semana Santa, quienes van sumándose también al proyecto. Ahí están Paco Gómez (el mudo), Antoñín el hojalatero, Angelica, Antonio Aniorte (el negro), mi padre Ceferino Hódar y tantos otros.

Cada uno de ellos, como embajadores de esta nueva Semana Santa, van sumando nuevas gentes al proyecto. Valentín Rodríguez, Paco Manzanaro y Mari Aniorte, Teófilo Paredes, Fina Martínez (mi Fina), Bernardo Mínguez y Tere Conesa, Antonio Conesa, Inma Céspedes, Mª Nieves Aguirre, Paco Ruso, Manolo Escámez y Matilde Pina, mi hermana Meme y mi también hermana Ana López Ramos. Yo me incorporo también en ese momento. Luego vinieron otros, tanto o más importantes para la causa, como José Pedro Aldeguer, Manuel Sánchez, Paco Torres, Juan Guillen, su mujer Paquita, Jonás, Jaime, Loli, José Miguel Toro, Pepe Lorenzo, Mª José, Ramón Bernabé, Carmen, Toñi Sánchez Corona, Pepe y un largo etcétera hasta nuestros días.

Si en ese año 1981 se inicia la recuperación de nuestros desfiles procesionales es porque esa ilusión inicial de unos pocos se convirtió enseguida en la de todo un pueblo que quería recuperarlas. Claro que teníamos el temor de no conseguirlo, pero la ilusión siempre venció al temor y, aunque nos equivocamos muchas veces y tuvimos que rectificar, al final se consiguió el resultado porque el pueblo de Torrevieja quería procesiones de Semana Santa y ese pueblo nos llevó en volandas para conseguirlo.

Como nos recordaba el General Músico Grau Vegara, Pregonero del año 2007 y q.e.p.d., existe un viejo proverbio tártaro que dice “si tu caballo no puede saltar un obstáculo lanza tu corazón por delante que el caballo irá detrás”. Eso fue lo que ocurrió en los inicios, que se echó el corazón por delante y todo lo demás
fue detrás.

Les sitúo en aquella época, año 1981, en plena transición política, donde se habían celebrado elecciones municipales democráticas en el año 1979 y en Torre-
vieja había vencido con amplísima mayoría el Partido Socialista. Para algunos no era muy buena época para el resurgir de una manifestación religiosa como eran las procesiones de Semana Santa, pero eso jamás fue obstáculo en Torrevieja, porque aquí la alcaldesa era Rosa Mazón. Nada más hablar con ella nos dijo, sin dudar en ningún momento, que adelante y que allí estaba el Ayuntamiento y ella para apoyarnos. Así fue durante toda su vida, tanto cuando fue alcaldesa como cuando dejó de serlo. También hay que destacar la gran ayuda en aquella época de José Antonio Martínez Guirao. En honor a la verdad hay que decir que el Ayuntamiento siempre, en todas las épocas, ha ayudado mucho a la Semana Santa.

Bien, pues parecía que era posible y tocaba organizarnos. En ese momento surgió la voz autorizada de Mariano el gato y dijo su ya célebre “La Semana Santa tiene que ser como un árbol, donde el tronco será la Junta Mayor de Cofradías, y de ahí saldrán las ramas, que son las Cofradías”. En otras palabras, que había una sola Cofradía que se encargaba de toda la preparación, aunque a la hora de desfilar cada uno lo hacía en la Cofradía de su elección o su querencia. Ninguno de los presentes osó en discutir esa máxima que podemos decir que fue el primer mandamiento de la constitución de la JMC. Mariano era una persona de una gran humanidad y bondad, que no mandaba nada (o eso quería aparentar él), pero que convencía a todos a la primera con su voz tranquila y pausada.

Si Manolito fue el germen, el auténtico fundador de las procesiones de esta nueva época, podemos decir que Mariano el gato fue el fundador de nuestra Junta Mayor de Cofradías.

Recuerdo de esos primeros desfiles, donde la mayoría de los tronos iban en carro, lo que suponía cuando un trono tenía que salir a hombros. Eran pocos, pero había algunos. En ese momento se paraba toda la procesión (unos Tronos en la calle y otros dentro de la Iglesia) y los componentes de la Junta Mayor nos echábamos a la calle y pedíamos al público asistente que nos ayudara y que se incorporaran como costaleros. Cuando se reunía la gente suficiente se reanudaba la procesión y así hasta que llegaba otro trono a hombros y repetíamos la operación. Esos primeros costaleros, reclutados a la fuerza, se fueron organizando y al año siguiente ya no hubo que ir a buscarlos, vinieron ellos y trajeron a otros y se fueron uniformando.

En ese primer año los hachotes de la Cofradía del Cristo Crucificado fueron unos tubos de pvc pintados en la Renault de Andrés Box de forma totalmente desinteresada, que eran rematados con una bombilla y una tulipa. Los del resto de
Cofradías tenían, si no la misma, parecida elaboración.

Todo era artesanal. Se hacía todo por componentes de la Junta Mayor: pintar, coser, arreglos florales, tronos, vestas, carros, etc. Fíjense si era artesanal que recuerdo que Mariano Montesinos Serrano consiguió un viejo Fiat que iba a servir como carro para llevar el Trono de la Caída, al que le fue quitando todo lo inservible y que tras unos arreglos de soldaduras hechos por él quedó ideal para llevar el pesado Trono. Solo faltaba pintarlo para que quedara presentable y ocultar el óxido. En estos momentos allí arriba en el Coro se ha girado Mariano a Javier Torregrosa y sonriendo le ha dicho “vamos a ver si cuenta la verdad”. A ello ha seguido una gran carcajada de todos los que allí están y que saben lo que ocurrió, de Fina, Mariano el gato, Antonio el negro, Teófilo, José Pedro, etc. Con el tiempo que ha pasado desde entonces y que ya es conocido por muchos, no tengo inconveniente alguno en contarlo en público y en reconocer mi pecado. Debía ser pintado ese carro, según Mariano, con una pintura de alquitrán muy pastosa. Como Mariano estaba trabajando me encargó a mí realizar esa tarea, ya que yo ya estaba aquí de vacaciones de la Universidad. Me dio en medio en medio, era lo que a mí más me apetecía en ese momento, lo cambiaba por irme a la playa con las madrileñas y murcianas que ya estaban de vacaciones en Torrevieja. Recuerdo que me dijo: esta es una pintura muy pesada y tienes que pintarlo con una brocha muy pequeña, darle una capa y dejarlo que se seque y así sucesivamente. Es decir, que debía estar así todo el día a las puertas de la Nave de la Química de Las Salinas, y eso de ir a la playa se quedaba aparcado. Como comprenderán era tal la ilusión que me suponía el cambio de actividad que acepté el encargo de Mariano sin ninguna queja, pero en vez de utilizar esa brocha pequeña vi por allí un rodillo y comencé a pintar el carro para la Caída, con lo cual todos contentos, pues en una hora aproximadamente el carro estaba pintado y resultaba muy vistoso y yo podía irme a la playa. Todos contentos … o casi todos, porque al día siguiente cuando ya en procesión entraron los costaleros a empujar el carro debajo de los faldones que lo tapaban y pusieron sus manos sobre el mismo, el calor que desprendían hizo que la pintura que con tanto esmero y delicadeza yo había puesto en el carro se pusiera blanda y que los costaleros no pudieran quitar las manos del mismo. Por poco estas personas pasan a formar parte de por vida del grupo escultórico de la Caída. Pero Mariano, una vez que descubrió mi hazaña y mi engaño al ir a rescatar a estos hombres que no se podían despegar del carro, no me lo tuvo en cuenta. Sólo me lo estuvo repitiendo casi cada vez que nos veíamos a lo largo de los años, aunque al final ya se reía. ¿Qué otra cosa podía hacer ya? Mariano ¿ves como sí que lo he contado como pasó? Lo he dicho al principio, tengo presente las palabras de San Juan de la verdad os hará libres.

En ese primer año 1982 no tuvimos pregonero, pero sí cartel y revista de la Semana Santa, aunque fueron tales las prisas e improvisación que cuando acudimos a las imprentas de Torrevieja a que nos hicieran el trabajo éstas no pudieron atender nuestra petición, por lo que tuvimos que acudir a una imprenta de San Pedro del Pinatar, a quien metimos una presión enorme. Era de hoy para mañana y ello provocó algunos errores en la maquetación y resultó que el horario de confesiones apareció en el anuncio de Óptica Chantal, que era el último anuncio publicitario de la Revista, es decir que las confesiones se hacían de 9 a 13 horas en Óptica Chantal. No crean ustedes, que alguno apareció por allí para que el bueno de Emilio Rogel lo confesara. Pero, a pesar de todo esto, la Semana Santa y nuestros desfiles se abrían paso y todo esto nos afianzaba más en nuestro empeño.

Como les decía todo se hacía por los componentes de la JMC, pero con la ayuda de mucha gente que se incorporaba o que nos decía como había que hacer las cosas. Así ocurrió con el arreglo floral de los tronos. Había tronos donde se nos sugirió que podíamos utilizar el esqueleto de las coronas de flores de los entierros, como era en el caso del Cristo de la Flagelación, ya que la corona podía rodear la base de la columna y allí pinchar los claveles, alguna rosa y mucho verde. Para tal menester, siguiendo instrucciones de nuestra jefa Mari Cruz, nos encaminamos mi amigo Reyes y yo al Cementerio Municipal y una vez allí planteamos nuestro propósito al Bolaga, que era el encargado del Cementerio, el sepulturero, quien nos dijo que esas coronas no se tiraban y que tenían dueño. Nos dijo que él se las guardaba a Carlos Casamayor en un cuarto y luego venía él y se las llevaba. Como Carlos siempre había sido sanjuanista y era un hombre entregado a todas las cosas de Torrevieja pensamos que no iba a haber ningún problema y que nos íbamos a llevar dos y luego se lo decíamos y si teníamos que devolverlas las devolvíamos después del uso y ya está. Con ese convencimiento nos dirigimos Reyes y yo al cuarto que nos había indicado el sepulturero, pero había dos detalles que se le olvidó decirnos, que eran que en ese cuarto no había luz y que allí guardaba él sus palomos en jaulas. Cuando entramos allí, todo decididos, comprobamos que no se veía nada y escuchamos el graznido o arrullo de los palomos, que era lo más parecido al sonido que imaginamos podían hacer los cadáveres si se levantaran de sus nichos, con lo cual salimos los dos, que éramos muy valientes, corriendo y esas coronas no nos las llevamos. Después Carlos, enterado de lo que había pasado, entre risas, llevó y regaló las coronas que fueron necesarias.

Tengo muy claro y mis compañeros también que nosotros no fundamos la Semana Santa, ni tampoco nuestros desfiles procesionales, sino que fue la Semana Santa la que nos fue modelando a nosotros, la que nos fue formando. Hicimos una gran familia, compartíamos una gran ilusión y también comenzamos a compartir nuestras vidas. A día de hoy, aunque más apartados de las tareas procesionales y habiendo tomado caminos diferentes, seguimos manteniendo entre nosotros aquel cariño y amistad y el recuerdo de los que ya no están aquí y están organizando procesiones en otro sitio.

Aunque se realizaron reuniones y trabajos en muchos sitios podemos decir que el centro de operaciones estaba en la casa de Mariano y Mari Cruz, en la calle San Pascual nº 85. De aquella casa nunca llegó a salir materialmente ningún Trono, ninguna imagen, ninguna Procesión, pero sí salió y todavía hoy lo sigue haciendo esa gran fuerza que posibilitó que de otros lugares sí lo hicieran. De aquella casa y de su patio salió la llama que encendió de nuevo el espíritu vivo y activo de nuestra Semana Santa. ¡Qué bonito si pusiéramos una placa en la puerta de esa casa como homenaje y agradecimiento a aquellos inicios y a la generosidad de sus dueños!. Ahí lo dejo.

Antes hubieron otros lugares (casa de Mariano el gato en las primeras reuniones, local del G.E.S) y después vinieron otros (la Química, el almacén de Benjamín, el almacén del Pele, etc.), pero aquella casa y su patio fueron particulares. Otra vivienda tomada por la causa fue la de Manolo Escámez y Matilde Pina, quienes sucedieron en la Presidencia de la JMC a los primeros. Lo digo en plural porque el marido era quien constaba de Presidente, pero la mujer estaba igualmente involucrada y entregada. Lo mismo podría decir de la casa de Ramón Bernabé y Carmen.

Quiero agradecer a todos los Presidentes que ha tenido esta JMC su dedicación y esfuerzo, y a sus familias que siempre hayan tenido abiertas las puertas de sus casas para cobijarnos. De ellos ya hay tres que están en Tribuna, como son José Pedro Aldeguer, Atanasio Fructuoso y Mariano Montesinos. ¡Qué grandes todos! Como solía decir nuestro Director Artístico D. Tomás Valcárcel, ¡bendita seas Junta Mayor de Cofradías!

Lo normal en cualquier Pregón es que el pregonero se detenga a comentar nuestras procesiones y las imágenes participantes. Yo lo voy a hacer también, pero muy de pasada, porque mi visión siempre será subjetiva. No es lo mismo verlo como costalero, como hermano mayor, como penitente, como organizador, como colaborador o como espectador, pero todas las visiones son importantes. Lo bueno es que nos despierte algo y que nos haga reflexionar, que nos haga mejores para los demás y para nosotros mismos.

Me pongo a pensar en nuestros desfiles procesionales y me vienen los recuerdos e imágenes del Domingo de Ramos, normalmente un día soleado donde el astro rey sale con ganas de agradar, de ir a la par con la tradición de las gentes de este pueblo de estrenar (“el que no estrena en Ramos se le rompen las manos”). Poco a poco se van dando cita alrededor de la Iglesia una gran multitud, tanto jóvenes como mayores, sin distinción. Todos están inquietos, charlan, ríen, están felices. Las campanas del templo empiezan a sonar y su repicar se va haciendo cada vez más intenso y va inundando en las gentes, en esas gentes que portan palmas y ramos de olivo. Jesús montado en una burrica va a iniciar su entrada triunfal acompañado por su discípulo amado, por San Juan Evangelista. Entre ellos va el trono de los Evangelios portado por niños. Son los niños los que llevan la palabra de Dios, los que la sacan a la calle, en algo que se puede decir que es genuino nuestro. ¡Dejar que los niños se acerquen a mí!. En este ambiente de alegría y emoción el murmullo de la gente que asiste a esta celebración toma tintes de admiración y por unos momentos parece que todo se detiene. Comienza en Torrevieja la procesión de las palmas, que viene a ser algo así como la alegría echada al aire, una alegría que naciendo en los más jóvenes es transmitida al resto a través de las palmas que portan y del buen compás que llevan los tres tronos participantes, y que irradia con tal fuerza en todo el entorno que no queda rincón que no se contagie.

Por la tarde el decorado cambia y desde la Parroquia del Sagrado Corazón sale la Procesión tradicionalmente llamada de las Mantillas y ya se dejan ver los primeros cofrades encapuchados. Ahí está, como siempre, vistosa y majestuosa la Virgen de la Esperanza, nacida en el seno del Instituto de Formación Profesional y del inmenso empuje de Miguel Ángel Torres Almira y de un sin fin de colaboradores. Pronto caló muy hondo en el corazón de toda Torrevieja, pues no en vano lleva desde los primeros días una imagen, pequeñita en dimensiones y enorme en ilusión, de la Purísima en el mismo Trono. Le da escolta un piquete de la Academia General del Aire, que es madrina de la Cofradía.

El contraste con las procesiones de los días siguientes es todavía mayor. Todas ellas tienen distintas motivaciones y sentido diferente, pero todas transmiten a las gentes su vivacidad, que va enfocada hacía su contradicción semántica y natural, a la muerte, a la muerte de Jesús, que es el desenlace al que nos acercamos.

No pudiéndome detener y extender por cuestión de tiempo en cada imagen como quisiera (de cada imagen nuestra se podría hacer un Pregón entero), sí quiero destacar a quien abre todos nuestros desfiles, a la Convocatoria, y detener-
me en el encuentro en la Vía Dolorosa de la Caída y la Esperanza, en las esquinas de las calles de Ramón Gallud y María Parodi, de Paco el Cuco y Pablo Espinosa. La Madre se encuentra con su Hijo cuando lo llevan a darle muerte y lo van insultando, lo van golpeando, lo van maltratando … ¿Cómo explicarle a una Madre la imagen que está viendo? Ni ella misma logra entenderlo.

La Virgen, en ese momento donde ve a su Hijo sufrir, no se detiene por los soldados que lo custodian ni por sus verdugos ni tampoco por el populacho que los jaleaba, porque en ese momento solamente ve a su Hijo, con quien cruzó la mirada y al que se acercó. Este fue un encuentro fugaz y luego cada uno siguió su camino, pero nosotros, como pueblo mariano que somos, nos compadecemos tanto del dolor de la Madre que los mantenemos unidos en el cortejo hasta llegar a la Iglesia de la Inmaculada.

Que decirles de nuestro Jueves Santo, de esa noche de dolor infinito, es tan fuerte el dolor que tenemos que repartirlo en dos comitivas, en dos escenas trágicas: en la crucifixión y en el descendimiento de la Cruz. No caben las dos en una, no podemos ponerlas juntas y la dividimos en dos. Como suele ocurrir en Torrevieja, con uno no nos vale y tenemos dos. Si había Casino había Café de España, si había Hueso había Remiendo, si había Sapato había Alpargate. Aquí el Jueves Santo tenemos Sequión y tenemos Calvario. Pero eso sí, al final ambas comitivas llegan al mismo lugar, una precede a la otra por cuestiones de cronología pasional. Primero es la crucifixión y después el descendimiento.

Ambas procesiones tienen como característica el recogimiento, el silencio, la reflexión, la emotividad, el respeto …, pero luego cada una tiene sus cosas. Cuando la procesión del Cristo Crucificado se adentra en la estrecha calle del Turco la emotividad alcanza cotas tan altas que nadie es capaz de articular palabra. El silencio es respeto y además una defensa de los presentes para poder controlar sus emociones. Cuando el Cristo pasa por delante de la casa que fue de Mariano Montesinos el Gato y se contempla su sillón vacío, los corazones dan un salto y por un momento parece que se detienen para volver a latir con tal intensidad que parecen acompasados por el toque seco de los tambores.

Al acudir el Cristo al Sequión va a ver a Mariano, pero va también a ver a todas aquellas personas, como José Mª Navarro el Orihuela, fundamentalmente salineros, que trajeron este Cristo a Torrevieja y que gracias, en parte, a las Salinas
construyeron este pueblo llamado Torrevieja, los de la Torre Vieja.

Cuando en el Sequión esta emotividad y recogimiento parece que vuelve a
los cauces normales de esa noche, la brisa marinera y “el canto de la pasión” los traslada a la parte más alta de nuestro pueblo, los lleva al Calvario, donde está La Piedad en el centro de su Plaza reinando en la oscuridad más absoluta y respetuosa. Empiezan a encenderse las velas del Trono y observamos esa imagen de dolor inenarrable, esa madre que sostiene a su Hijo, a su hijo que ha muerto por los hombres, que lo han matado aquellos por los que Él ha sufrido. Cuando este cortejo se pone en marcha podemos decir que estamos asistiendo a un Duelo, al duelo de un pueblo entero acompañando a una madre que ha perdido a su hijo, pero ese hijo es el Hijo de Dios y además nuestro Padre. Esta procesión no sale por casualidad desde este lugar y está cargada de mucho simbolismo y de mucha tradición cristiana, pero también torrevejense. Es la zona del Barrio Molinos, es la zona de protección cuando en 1829 nos asoló el terremoto que destruyó Torrevieja.

Siempre que le ha sido posible ha acompañado esta Procesión un gran amigo y benefactor de nuestra Semana Santa como es Bernhard, gracias al cual Torrevieja tiene hoy la Santa Cena. Algún día estoy seguro de que será públicamente agradecido con nuestra máxima distinción.

El Viernes Santo es la Magna Procesión, es donde exponemos de manera cronológica toda la pasión, es cuando sacamos a la calle todos nuestros argumentos y nuestro patrimonio, como homenaje de todos a lo que viene a representar el Entierro de Jesús. Ahí podemos ver todas las escenas de la Pasión del Señor, como es azotado, como es injuriado, como es vejado y … hasta que es crucificado y muerto, pero también a quienes le ayudan: a la Samaritana, a la Verónica, al Cirineo. Con el transcurrir del desfile vemos como cada Paso que viene es más triste que el anterior y nos quedamos reflexionando ante el Yacente y el dolor silencioso de la Dolorosa, que cierra el cortejo fúnebre con tal inmenso dolor que se le sale el corazón del pecho.

Así es, recordamos a todos los que nos faltan, pero sobre todo recordamos el sufrimiento de Cristo por todos nosotros. Con ese dolor y con esa reflexión cerramos este viernes santo cuando ya es sábado de gloria.

Completando este rápido recorrido llegamos al Domingo de Resurrección, que viene a representar la resurrección de Jesucristo y su victoria sobre la muerte, pero también la esperanza en la vida eterna y la promesa de la salvación. Cuando celebramos la Resurrección de Cristo estamos celebrando también nuestra propia liberación, estamos celebrando la derrota del pecado y de la muerte y por todo eso debe ser para todos fuente de profunda alegría, alegría que estamos obligados a
demostrar al mundo.

Esta procesión es una de las más singulares de Torrevieja, la que ha perma-
necido siempre o casi siempre. Esta procesión siempre estará vinculada a un gran torrevejense y gran mariano, a Bernardo Parodi Torres, Bernardo el Torres. Él sí fue y es un gran pregonero, pues él era quien convocaba a todo el mundo a que asistiera y … lo conseguía, él fue quien quitaba el velo a La Purísima en el encuentro con el Hijo, lo cual estuvo haciendo mientras pudo y después le sucedió su nieto Bernardo Mínguez. Y lo hacía él no como privilegio, sino como agradecimiento de Torrevieja entera por su abnegación y entrega y … porque en determinadas épocas no había nadie más valiente en Torrevieja para hacerlo. Sé que ahora las cosas han cambiado y que es la Asociación de Hijos de la Inmaculada quien designa a la persona encargada de quitar el velo a la Purísima. Yo, sin desmerecer a la persona que anualmente designa la Asociación, en ese momento del Encuentro sigo viendo a Bernardo el Torres subir a quitar ese velo, a Bernardo y a su nieto Bernardo Mínguez. Dos personas buenas, dos personas marianas, dos grandes ejemplos de bondad y entrega.

Cuanta emotividad y alegría se producen en esas clásicas cuatro esquinas, cuando suena el himno nacional y la Purísima ya despojada de su mantilla se encuentra con su Hijo Resucitado, siendo testigo San Juan Evangelista y el pueblo entero de Torrevieja, mayores, jóvenes y niños. En ese momento los participantes se arrodillan y caen del cielo aleluyas y pétalos de flores, de esas flores que han adornado el Viernes Santo todos los Tronos de las distintas Cofradías, con lo que se quiere significar que aquí estamos todos. Esas aleluyas y esos pétalos son como lagrimas que caen del Cielo y que al tocar la tierra se convierten en auténtica Paz para los hombres. Es de esos momentos mágicos que no se olvidan y que todo el mundo quiere repetir. Por muchas palabras bonitas que se puedan decir nunca se hará justicia a la realidad del momento. Hay que verla, hay que vivirla.

Y si nos pareciera poco con todo esto, hay que añadir que en La Mata también hay desfiles procesionales y que son tan nuestros como éstos.

Ramón Mínguez Vallejos, nuestro pregonero del año 2004, decía “confío en el esfuerzo común de los torrevejenses en ser fieles a un pasado ejemplar y a un futuro esperanzador”. Pasados veinte años desde entonces podemos decirle a Ramón que tenía razón y que puede estar tranquilo, que los torrevejenses han demostrado su lealtad a la Semana Santa y estoy seguro que seguirán haciéndolo. Además nos prestan a su Alcalde Eduardo Dolón que, como costalero que es, ayuda a sostener el peso de esta tradición llamada Semana Santa. Pedro Hernández tam-
bién fue costalero y a él debemos nuestro Museo, que lleva el nombre de nuestro Hijo Predilecto Tomás Valcárcel. De Rosa Mazón ya les he hablado, siempre inmensa en su generosidad. Joaquín García siempre estuvo presto a colaborar y José Manuel Dolón fue respetuoso con nuestra tradición. Personalmente he tenido trato directo con todos ellos y con los distintos Concejales de Cultura que ha habido y doy fe de que todos ellos han ayudado a nuestra Semana Santa. Gracias a todos por entender que esta es una tradición religiosa y popular y que el Ayuntamiento y nuestros dirigentes han de estar siempre con el Pueblo.

Tiene dicho nuestro capirote de oro del año 2003, Paco Manzanaro, que “es bueno cerrar los ojos, porque los sueños no duelen, ilusionan”. Pues ese sueño de recuperar nuestros desfiles procesionales se hizo realidad y se va perpetuando a lo largo de los años, se van aumentando el número de Cofradías y de participantes en ellas. Tenemos que seguir soñando e ilusionarnos en recuperar aquellas cosas tradicionales que por la razón que sea no tenemos ahora. Quiero citar a la Centuria Romana, precisamente cuando se cumplen setenta años de su fundación (al igual que del Crucificado, el Yacente y la Caída), y la gran vistosidad que daba a nuestros desfiles y actos procesionales. ¿Os acordáis de la Jura de Bandera el Domingo de Ramos? Allí el Emperador daba lectura a un bando o proclama para buscar y prender a Jesús. Qué bonito sería recuperar nuestra Centuria Romana, lo que podría ocurrir vinculada con algún colectivo para que ello ayudara a su permanencia. ¡Ojalá ocurra!

La ilusión de quien les habla es que sigan presentes nuestros desfiles procesionales siempre, que sigamos soñando, que dejemos que Dios pase por nosotros y que esa pintura espesa que en su día de forma torpe quien les habla estampó en el Trono de la Caída pueda servir para mantener unidos a todos los penitentes, a todas las Cofradías, y que aquella veloz carrera que mi amigo Reyes y yo iniciamos en el Cementerio huyendo de lo que creíamos que era algo malo sirva para que esta JMC y los desfiles procesionales sigan adelante, sigan creciendo, y que estamos aquí todos para lo que haga falta, hasta para hacer confesiones de 9 a 13 horas en Óptica Chantal si es necesario.

Como les decía al principio, necesito su ayuda para cumplir con la misión encomendada, para que entre todos seamos capaces de dar a conocer nuestros desfiles en todos los rincones, de pregonar nuestra Semana Santa y de que sea vivida por todos. La Semana Santa nos necesita a todos y yo les pido que me ayuden a darla a conocer. La JMC siempre se lo agradecerá y yo también. Vive y cree … con los sentidos, con sentido.

Doy nuevamente las gracias a la JMC por este regalo que me han hecho de nombrarme pregonero. Me pillara muy mayor seguramente para compartir tareas de costalero con una nueva generación, con mis nietos, pero, aunque físicamente no pueda estar, que nadie dude que cuando salgan nuestras procesiones yo iré siempre revoloteando alrededor, como una golondrina de amor perdida, porque To-
rrevieja seguirá siendo, parafraseando a nuestro inmortal Ricardo Lafuente, ese espejo donde la Semana Santa se mira y se siente feliz. Por tener hemos tenido hasta grandes escultores, como los hermanos Blanco, y seguimos teniendo a un gran escultor, como Víctor García, que no solamente han llenado nuestra Semana Santa con sus obras sino la de otros lugares de España.

Al mirar a la Tribuna para despedirme de los ausentes presentes, me he percatado que ya no están allí, y no están porque se han mezclado entre todos nosotros, porque ellos también quieren vivir de cerca nuestros desfiles procesionales, porque ellos son Semana Santa. Gracias, buenas noches y felices días.


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