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Luis Leante, nos enseñó los secretos de la escritura a través de su experiencia

“La clave de una buena historia es que la verdad parezca mentira y que la mentira parezca verdad” L.L.

Álbum, pinchando sobre la foto (Foto: J. Carrión)

La Sociedad Cultural Casino, contó ayer con la presencia de uno de los escritores más queridos en nuestra ciudad; de hecho forma parte del consejo rector del Instituto Municipal de Cultura “Joaquín Chapaprieta”. Leante fue presentado por el coordinador de la sede en Torrevieja de la Universidad de Alicante, José Norberto Mazón, el cual asistió al acto junto al concejal de cultura, Domingo Pérez; el concejal de hacienda, José Hurtado y la Vice presidenta del Casino, Rosario Soler. Luis Leante ofreció una magnífica y a veces, divertida conferencia “El proceso de creación: la trastienda de la escritura”, charla que se enmarca en la iniciativa “Sal con libros: diálogos literarios de Torrevieja”.  Leante comenzó abriendo su alma de escritor a todos y nos fue enseñando poco a poco detalles de su quehacer. Así nos contó que la novela es un género de ficción; pero él es una persona que no tiene capacidad de fabular, aunque sí de mentir. Confesó que tiene muy mala memoria, pero que como casi todos, escribe siempre lo que ha vivido y su corta memoria la suple con libretas, de las que tiene verdaderos archivadores llenos. Todo lo apunta desde pequeño y siempre acude a sus libretas para escribir. Luis escribe cosas que le han contado, que ha vivido. Todo lo que ha escrito es una gran mentira, que se compone de pequeñas verdades que puestas en una línea narrativa y mezclando diversos acontecimientos de distintas épocas hace a veces una gran historia. Cosas mínimas, ordinarias y comunes se pueden convertir en un elemento literario. Luis Leante nos comentó que jamás se ha puesto a escribir de manera artificial; situándose en lugares que no conoció, hechos que nunca vivió… para él la escritura es una forma de sacar demonios y se las deja al lector para que él haga lo que quiera. Una novela necesita una idea que aparece y desaparece. Unas tramas que entran y salen (subtramas) que luego coinciden. Una novela es una terapia en la que es importantísimo el concepto del viaje. El viaje y la escritura van paralelas. Hoy día cuando se escribe de algo en que no has visitado lo puedes hacer a través de las tecnologías. Su última novela se desarrolla es una isla del Atlántico, antigua colonia española y lo ha hecho entrando en Google Maps y situándose en el centro de la isla, como si estuviera escribiendo desde allí. Nos dijo que hay escritores de “brújula” y de “mapa”. Él no es de “brújula”, por que escribe con las ideas claras hasta llegar a un fin, y esos escritores no tienen previsto donde no van. Luis es más de “mapa”, y nos desveló que como media tarda más de un año en hacer una novela, aunque la mitad de tiempo la pasa haciendo el “mapa” de la misma. Es un proceso de “irresponsabilidad”, porque nadie la va a leer. En su generación el cine tenía mucha importancia, por eso trabaja en sus novelas como si fuera un guión de cine. Escribe primero una sinopsis. Luego el tratamiento en unas 15 o 20 páginas y luego construye la novela por escenas. Cuida mucho los nombres porque para él tienen mucha importancia, hasta el punto de hacerles a sus personajes un casting en el que puede figurar hasta el día de su “primera comunión”. Estos prolegómenos son la labor más grata por qué no va a ver la luz, pero es la más larga y nada de lo sé escribe es definitivo. Todo los hace en tres borradores. El primero es un “borrador” -base- que se puede estar modificando continuamente y durante mucho tiempo y lo hace con mucha libertad, porque hacer una novela no tiene tiempo. El segundo borrador es la reescritura, piensa que los lectores no entenderían lo que ha escrito en el borrador y es cuando piensa que no tiene porque saberlo todo ya que los detalles no son necesarios. El tipo de lectura detallando cada cosa al máximo es decimonónico y ahora los escritores saben cómo describirlo con pocas palabras. Es muy importante, como en el cine, la elección de narrador y de tono narrativo. No hay historias buenas e historias malas, ya que la base general es el amor, el poder, la ambición, etc. … siempre se repiten. El secreto para hacer algo nuevo es la forma contar las historias y esto lo hace el narrador que le pone la voz a cada personaje, siempre diferente. Cada persona, por su sexo, profesión y edad no hablan igual, y cuando es así la novela aburre y deja de leerse a las primeras líneas
Las novelas no tienen por qué ser con planteamiento, nudo y desenlace. Se puede contar empezando por el final el final y hacer que el lector este pendiente hasta ver por qué motivo sucedió ese final.
El tono de una Novela, es lo que al cine es la banda sonora y como en las buenas películas debe pasar desapercibido. Tiene que tener un tono, que refleja el ánimo del escritor, siendo lo ideal que conserve el mismo hasta el final. Por último llegamos al tercer borrador, que a Luis es el que menos le gusta. En el trata de hacer lo complejo fácil con un lenguaje sencillo. Eso que parece fácil es lo más difícil. Leante dice que desde el primer borrador que pueden ser 500 páginas, en esta última criba quedarían unas 300 o menos
Nos dijo ya casi al final de donde surgen las ideas “Que la verdad parezca mentira y que la mentira parezca verdad” esa es la clave. Para despedirse contó un relato que escribió de “encargo” para una revista de familias numerosas y que tituló “El gigante de Águilas”, basado en uno de sus tíos abuelos Heliodoro, hermano de su abuela Guillerma, nacida en Águilas en 1904, la sexta de los dieciocho hijos que tuvo su bisabuela. Cinco pares de mellizos y otros ocho partos individuales, Cuando visitó la casa de su abuela ella ya había muerto. Guillerma se crió con nodrizas e institutrices que hablaban inglés. Las hermanas aprendieron a leer en casa. Hubo entre sus hermanos un médico, un ingeniero, un subnormal, un vividor y un “gigante” Heliodoro que media 234 cm. (Nos aclara Luis en este inciso, que todos los hijos son ciertos, menos precisamente el protagonista del relato “El gigante de Águilas”. Continúa el relato hasta el desenlace de Heliodoro que fue a Extremadura porque se había enterado que Puebla de Alcocer en 1826 había nacido otro gigante que a su muerte donó su cuerpo a la ciencia, previo cobro de por vida de 2,50 pesetas, y cuyo esqueleto esta expuesto en el Museo Antropológico de Madrid, Helidoro trató de conseguir un trato semejante pero era un centímetro más bajo. La familia después le perdió la pista, mientras él recorría los bares y burdeles de Madrid, hasta que tres años después recibieron una carta diciendo que se encontraba en Cuba y no le faltaba un plato de comida diario. Por último Leante, en su segundo viaje a México se encontró por casualidad con el Museo Antropológico Nacional y cuando entró había en una sala un esqueleto humano, cuya placa decía “Heliodoro Martínez Conesa, el Gigante de Águilas”. Había fallecido en 1930 a los 25 años. Entonces le contó a su amiga y su editora y cicerone, Marisol Schulz que cuando era niño jugaba con un zapato de aquel hombre y que con el palo de la escoba convertía sus calzoncillos en una tienda de indio sioux.

LUIS LEANTE (Caravaca de la Cruz, 1963). Licenciado en Filología Clásica por la Universidad de Murcia. Ha publicado dos libros de relatos y las novelas: Camino del jueves rojo (1983), Paisaje con río y Baracoa de fondo (1997), Al final del trayecto (1997),La Edad de Plata (1998), El canto del zaigú (2000), El vuelo de las termitas (2003), Academia Europa (2003), Mira si yo te querré (2007), La Luna Roja (2009), Cárceles imaginarias (2012) y Annobón (2017). También ha publicado siete novelas de género juvenil. Es autor de dos obras teatrales estrenadas: Tópicos, típicos, cómicos (2016) y Fuera del tiempo (2016). Ha ganado algunos premios literarios, entre los que destacan el Premio Alfaguara de Novela (2007), el Premio Mandarache de los lectores (2009) y el Premio Edebé de Literatura Juvenil (2016). Su obra está traducida a veintidós idiomas.


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