Rodolfo Carmona
Concejal del PSOE -Torrevieja
Estamos sumidos en la era de las <<fake news>>. Que para mí es un concepto que no sólo hace referencia a noticias falsas. Es algo más. Encierra en su significado la intencionalidad que hay detrás, más allá de la pura desinformación. Además, ese significado y su significante deberían incorporar la idea de saturación de noticias como medio para desviar la atención a temas menos “calientes” o perjudiciales para quien produce las mismas. Una saturación de noticias, no necesariamente falsas, pero con la que se consigue prácticamente el mismo objetivo: ocultar lo que no interesa al grupo, corporación o gobierno de turno bajo una maraña de información continua y favorable.
Si hay algo que ha enseñado la internet en toda su breve historia es que la democratización de la emisión de mensajes, hoy todo hijo de vecino puede convertirse en productor informativo, no ha venido acompañada con la democratización de acceso a una información veraz y contrastada. Y en ese territorio movedizo, la verdad comienza a desdibujarse, para dar paso a un territorio donde todo es posible, donde la capacidad de la ciudadanía para discernir qué noticias son verdaderas, rumores o bulos interesados, es cada vez más exigua.
Y estas tácticas no son solo patrimonio de grupos oscuros, sino que la práctica totalidad de los gobiernos han tomado buena nota del uso de las redes sociales para configurar la opinión pública. La batalla por el relato definitivo que acabe imponiéndose sobre el del oponente político es la piedra filosofal de las nuevas formas de hacer política. Y estas tácticas, decía, no son solo patrimonio de grandes corporaciones o grupos organizados, si no, también, de estados o agencias de inteligencia; su uso generalizado ha pasado rápidamente a ser utilizado a todos los niveles de las administraciones públicas, incluidas las corporaciones locales. Poner al zorro a cuidar del gallinero tiene estas cosas.
Y una de las primeras víctimas colaterales de esta carrera por dar con el relato ganador, se ajuste o no a la realidad de los hechos, es la estrategia de largo aliento. Aquella que no se deja llevar por lo accesorio e inmediato y pone su foco de actuación en lo importante y duradero, si es que alguna vez existió plenamente, ha sido la primera en ser arrojada al limbo de los imposibles.
En Torrevieja, la estrategia de largo aliento es la gran ausente del debate. Todas las decisiones tomadas desde el gobierno municipal de Eduardo Dolón son fruto de la improvisación, del interés puntual, de lo inmediato. Supeditadas, y es doloroso decirlo, al interés personal en sus batallas y ambiciones partidistas. Más que a solucionar los problemas de la ciudad sus esfuerzos se centran en lograr su reelección como líder de su partido y subir peldaños en el escalafón popular a nivel autonómico. Su proyecto de futuro no es más que un proyecto de pasado. El Partido Popular se ha recostado sobre su mayoría absoluta y se han olvidado del presente.
El cambio de era en el PP local tras la salida por condena judicial de Hernández Mateo, no era tal. Los hechos han acabado por confirmar las peores previsiones. Dolón va camino de superar a su mentor. Pues no cabe otra interpretación a su política de obsolescencia y privatización de lo público, en una carrera por vaciar de contenido, en tanto a la acción fiscalizadora de los técnicos municipales se refiere, en los grandes contratos que están sobre la mesa, basura, transporte, palacio de deportes… al tiempo que lanza el falaz mensaje de que los directores generales tienen la misma libertad de acción, la misma disposición que han demostrado los técnicos municipales, funcionarios de trayectoria contrastada, para decir no al gobierno local, no por mero capricho si no por defensa del estricto cumplimiento de la normativa y del interés general, y hacer los informes técnicos que marca la ley, en ese sentido. Pero esa idea, por mucho que la repitan como <<fake news>>, no se sostiene ni un segundo en el aire. La prueba evidente es el apartamiento de todo aquel técnico que firme un informe en contra.
Este gobierno local está formado por catorce concejales y varios directores generales, que algunos son funcionarios, es cierto, pero su acción desde las direcciones generales da la impresión de ser más política, y teledirigida desde los despachos políticos, que otra cosa. Y, para mí, sus decisiones, tomadas como directores generales nombrados a dedo por el poder, no tienen la misma validez en términos de credibilidad e independencia, que las tomadas por los funcionarios y técnicos municipales.
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Filed under: Política |
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