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Opinión: Experiencias de un voluntariado

Donantes de "Préstame tus Ojos" ayer en la Residencia de las Hnas. Carmelitas

Donantes de “Préstame tus Ojos” ayer en la Residencia de las Hnas. Carmelitas

Conchita Moreno Alonso
Donante del sentido de la vista en el Proyecto “Préstame tus Ojos”

Hace más o menos un año expresé, en este mismo medio mi grata experiencia en el voluntariado “Préstame tus ojos”. Ha pasado el tiempo y tras un año acudiendo cada miércoles a la Residencia de Ancianos de las Hermanas Carmelitas, me apetece hacer un poco de historia. El pasado año fue para nosotras de exploración. Como todo lo que se hace por primera vez tuvo sus pequeñas dificultades; elegíamos nosotras las lecturas. Deseaban que fueran cortas y leímos cuentos, leyendas, artículos de revistas… en fin todo lo que pensábamos que les podía gustar. El curso quedó bien, terminamos en mayo, les conocimos y ellos nos conocieron. Y volvimos en septiembre con más confianza en ellos y en nosotras mismas.
-¿Qué leemos?, nos preguntamos. Y decidimos atrevernos con una novela, cuya lectura nos ha ocupado el pasado trimestre. Su título es COMO AGUA PARA CHOCOLATE, de Laura Esquivel, publicada en 1989.
Empezamos con miedo, ya que dicha novela es un derroche de imaginación, una agridulce comedia de amores y desencuentros, una obra chispeante, tierna y llena de talento de la mejor ley. Por todo ello esta novela se ha convertido en un éxito extraordinario de la literatura iberoamericana. Fue llevada al cine en una preciosa película con el mismo título
Pues bien han estado tres meses entusiasmados, con una atención y un interés inesperado, hasta el punto de decir, cuando llegaba el momento de finalizar la lectura, cada miércoles “Ahora que estábamos en lo mejor”.
Hemos quedado muy complacidas con nuestro atrevimiento, han comentado, se han interesado y lo más importante, se han reído, mejor dicho, nos hemos reído juntos.
Hay que atreverse, ellos saben escuchar y distinguir lo bueno.
Solo me resta traer a este escrito algo que personalmente me emociona. Este es el final de la novela y dice así:
Estoy preparando tortas de Navidad, mi platillo favorito. Mi mamá me las preparaba cada año. ¡Mi mamá…..! ¡Cómo extraño su sazón, el olor de la cocina, sus pláticas mientras preparaba la comida, sus tortas de Navidad! Yo no sé por qué a mí nunca me han quedado como a ella y tampoco sé por qué derramo tantas lágrimas cuanto las preparo, tal vez porque soy igual de sensible a la cebolla que Tita, mi tía abuela, quién seguirá viviendo mientras haya alguien que cocine sus recetas.
Tiene mucha razón este final, el recuerdo de quiénes nos enseñaron a cocinar seguirá con nosotros cada vez que elaboremos sus recetas.


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