Adolfo Carmona
Concejal No adscrito
Hay una frase en la película Gladiator que expresa el personaje Máximo Décimo Meridio “lo que hacemos en la vida tienen su eco en la eternidad”, que desde que la escuché resuena en mi cabeza desde entonces. La vida no suele tener la épica del protagonista que interpreta Russel Crowe, al menos no la mía. Claro, que no todos tenemos un Coliseum en el patio trasero de casa. Que eso, quieras que no, ayuda.
Mi propia vida no anda por esas afueras de la épica, no hay grandes acciones que apuntalen y justifiquen una existencia. Pero el espíritu de esa frase me representa, al menos me encantaría que así fuera. Soy de esa generación que cuando era adolescente salía del cine tras ver películas como Grease o Dirty Dancing, andando como Danny Zuko (John Travolta) y enamorado perdidamente de Sandy Olsson (Newton-John). O fantaseando con ser Johnny Castle, el envidiable personaje interpretando por Patrick Swayze mientras Baby Houseman (Jennifer Grey), apuraba la inocencia y se adentraba en el deseo por vivir la vida a sorbos largos en el último verano de su adolescencia. Pero la genética no me llamó por el camino de Fred Astaire. Ya ven, nada del otro mundo.
Y pasamos del poder evocador del cine como séptimo arte, que es capaz de fortalecer nuestro espíritu crítico y emocional, cambiando en ocasiones y poniendo patas arriba nuestra manera de entender la realidad y de cómo nos relacionamos con ella, al imperio de Mark Elliot Zuckerberg, la Roma imperial en clave millennials, el nuevo Senado con sus dos caras de paraíso de la información y de cloaca insaciable del insulto y las fake news. Los odiadores profesionales nunca se han sentido a gusto en el lado del paraíso y han hecho del lado oscuro su hábitat primigenio. No les interesa el debate si no la desaparición de todo aquello que no coincida con sus planteamientos. Aunque es un poco aventurado sacar la conclusión de que puedan hilvanar dos ideas seguidas.
No deja de ser sorprendente como en el paisaje de las redes sociales pululan los <<haters>>, que tras perfiles falsos o literalmente inventados se sienten impunes y legitimados para verter cualquier exabrupto. Lo gracioso y trágico de todo esto es que algunos sabemos que han sido o son destacados miembros del mundillo político de la ciudad. Y esto no es algo ajeno, como decía antes, al alambicado metaverso local, donde los paniaguados cercanos al poder y al partido popular –y que parecen estar muy cómodos en el microclima político de la ciudad–, atacan como buitres deseosos de carroña cualquier información que ponga en peligro su pequeño reino u ose poner en tela de juicio la imagen impoluta de dandi del decreto y la gestión de Eduardo Dolón.
A poco que sea uno observador y navegue por las oscuras aguas de las redes sociales se topará con estos personajillos que desde sus antros digitales se dedican a verter como loros sin alma las consignas y chascarrillos que suele repetir en cada pleno municipal el equipo de gobierno, como contumaces <Savonarolas>> en la nueva hoguera de las vanidades de la política local.
Desde luego, la originalidad no es su fuerte.
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Filed under: Política |
Contoda razón te explicas .
Hay personajillos agradecidos y algunos pagados