Se cierran discotecas, bares de copas, se restringen horarios, mientras siguen abiertos los prostíbulos, se hace la vista gorda a los botellones, y no se multa de forma ejemplar a los “inmortales” que van sin mascarilla
Fernando Guardiola
España de nuevo está sumida en una espiral de “escalada” de contagios de coronavirus, que de forma inexplicable y tras haber sufrido uno de los confinamientos más severos del mundo, nos ha convertido en un par de semanas en un país “apestado” para el resto de Europa y otros 110 países más del mundo. Esta es la situación, en la que vamos viendo, como poco a poco, estamos cayendo en el abismo, que puede precipitarse en otro confinamiento, y no parece tener vías de solución.
Un gobierno, con 17 reinos de taifas, sigue dando “palos de ciego”, sin que a estas alturas, no se haya creado un “verdadero” comité de expertos, formado por médicos, investigadores, epidemiólogos y economistas, que cojan las riendas de este caballo desbocado, que nos lleva al precipicio. Todo lo más que han dado de sí, después de estar “vergonzosamente” de vacaciones, mientras media España se contagia, es una reunión, entre un presidente del gobierno que parece no creerse la gravedad de la situación, un ministro, Illa, filósofo que se toma con mucha “idem” la situación y un cada día menos creíble Fernando Simón, que al igual que hiciera en febrero, hace diez días dijo que las cifras, aunque eran numerosas, como no había decesos, ni hospitalizaciones, no era tan grave. ¡Amárramela al muslo!, …de todo menos adivino.
Parece ser que la solución a todo son las prohibiciones, como las ultimas dictadas, como si con decir la palabra “prohibir”, también estuvieran prohibiendo al “virus” salir a pasear.
O sea que tú estás en una terraza, tan tranquilo, y dan las doce de la noche y el “Covid” sale de su tumba y como un vampiro más, sale desbocado a atacar a los intrusos que antes de la una nos estén en casa. O ¡claro! Se supone que si hay diez en una mesa, y llega el que hace 11, ¡contagio fijo!.
Se cierran discotecas, se cierran bares de copas, karaokes, y un largo etc., pero se dejan abiertos los prostíbulos, se “ignoran” los botellones, no se exige a los bancos que los cajeros dispongan de dispensador de gel hidro alcohólico, cuando más de trescientas personas pasan tecleando el dichoso cajero; se permite a cientos de personas pasearse por la ciudad con la mascarilla de “salvapapada”, a media asta o simplemente sin ella, con un descaro infinito y sin que nadie le tosa.
Un ayuntamiento o cualquier entidad local, no cuenta con dispositivos suficientes para perseguir y castigar ejemplarmente a los que se saltan las normas en detrimento de la salud de los demás, ni los que las cumplen pueden ejercer de “vieja del visillo”, delatando a sus vecinos. ¿Dónde está esa UME que desinfectaba día y noche en todas las ciudades? ¿Tan descabellado es que el ejército, en vez de estar ensayando desfiles en los cuarteles, estuvieran patrullando por las ciudades, amedrantando y multando a los “botelloneros”, anti mascarillas y demás gente insolidaria, que con su actitud, han provocado el cierre de unos locales, que la mayoría de la veces, han cumplido a rajatabla, hasta el último punto de los sucesivos decretos,, que desde su rica poltrona, nos han ido ordenando, haciendo pagar a “justos por pecadores”.
Y mientras unas “señorías” que no tuvieron bastante con tres meses de vacaciones pagadas por el estado de alarma, ahora hasta septiembre necesitan “descansar”; una ministra de educación, que a dos semanas de comenzar el curso no tiene ni idea de por donde coger el toro, si por los cuernos o por el rabo, le pasa el muerto a la comunidades autónomas y estos a las direcciones de los centros. ¡pa verlos matao!.
Un ministro de consumo, como Garzón, que le están colando un gol las empresas energéticas, desbocando los precios de la luz y la gasolina, mientras se dedica a denigrar el turismo español; otro de industria, al que le han desmantelado de una tacada el 50 por ciento de las fábricas de producción de coches, de acero, y si seguimos así hasta las de mantequilla… y un largo etcétera, que parece que no sabemos cuando tuvo un principio, ni sabemos si tendrá fin.
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