La actualidad se encuentra colapsada por la mediática presencia de una amenaza global. El virus respiratorio SARS-CoV-2, de la familia de los coronavirus. Sin embargo, ¿es tan grave como parece?
Gabriel Estañ Cerezo
Investigador en la Unidad de Enfermedades Infecciosas
del Hospital General Universitario de Elche
La respuesta es, lamentablemente, que sí. Aunque haya quien trate de minimizar los efectos de este virus, hay varias cuestiones que así lo señalan. Por ejemplo, es más contagioso que la gripe (al menos el doble), también posee una tasa de mortalidad más elevada (entre dos y tres veces mayor), además, mientras que para la gripe poseemos una vacuna, para este coronavirus todavía no existe ninguna disponible. Por tanto, si la gripe infecta anualmente a más de medio millón de personas en España y se le atribuyen 6.300 muertes (temporada 2018-2019), este virus podría, si no se toma ninguna medida, provocar cifras incluso superiores. Cabe destacar que cuando se dice que un virus es el doble de contagioso, dado el carácter exponencial de los contagios, no quiere decir que vaya a conseguir el doble de infecciones, sino que puede ser mucho mayor.
Por ello, su principal riesgo lo encontramos en la saturación de los centros sanitarios. Si comparamos, de nuevo, este virus con el de la gripe, podemos señalar que mientras que la segunda se distribuye principalmente de noviembre a marzo, los casos de coronavirus pueden darse en un intervalo de tiempo mucho más corto. Además, es importante saber que el 80% de las personas que contraen el virus no revisten gravedad, pero alrededor del 20% requieren ingreso hospitalario y un 5% lo hace en las unidades de cuidados intensivos. Si durante el invierno, muchos centros sanitarios ya se encuentran con problemas de saturación debido a la gripe, la infección por coronavirus puede conllevar una falta de medios, de camas hospitalarias o de equipos de respiración asistida, que son requeridos para los pacientes ingresados en cuidados intensivos. Todo ello, puede suponer problemas para el resto de pacientes que ingresen por cualquier otro motivo. Además, sobrecargaría el trabajo de los profesionales sanitarios y dificultaría sobremanera su labor.
Otro riesgo, es que, a diferencia del SARS-CoV que apareció en 2002 y provocó ocho millares de contagios en muy poco tiempo y que posteriormente desapareció, este nuevo SARS-CoV-2 puede haber venido para quedarse. Todavía es pronto para realizar semejante afirmación, pero si somos capaces de reducir el número de contagios, la posibilidad de que permanezca latente hasta que vuelva el frío, será menor. Porque una de las buenas noticias la tenemos en que se cree que, como la gripe, este virus no aguantará temperaturas altas (superiores a 30 ºC) y, por tanto, en unos meses su presencia se reducirá drásticamente.
Ante este panorama, ¿qué podemos hacer? Lo primero, es no perder la calma, ya que el pánico es un mal consejero. Lo segundo, es que debemos seguir de manera estricta las indicaciones de los profesionales sanitarios. Es decir, es importante lavarse las manos con frecuencia, evitar el contacto físico con otras personas, reducir nuestros desplazamientos y si notamos cualquier síntoma aislarnos en nuestro domicilio, llamar al 900 300 555 y explicar nuestros síntomas respondiendo de forma sincera a todas las preguntas que nos realicen. Es importante no saturar las urgencias hospitalarias para que se pueda atender con eficiencia a los casos más graves.
Esta epidemia requiere que actuemos con contundencia. Es más recomendable ser demasiado estrictos que pecar de laxos. El principal motivo por el que China ha sido capaz de contener la epidemia, es que ha impuesto medidas impensables en nuestro país. Por lo que nosotros debemos actuar de la manera más inteligente posible. ¿Es eficiente suprimir las clases en los colegios? Sí. Ante cualquier epidemia, los niños (a los que es más difícil concienciar de la importancia de lavarse las manos o de que no se las metan en la boca) son una fuente significativa de contagios. El contrargumento de que entonces pueden infectar a sus abuelos o cuidadores carece de peso científico, ya que si un niño está infectado, tan solo infectará a sus familiares directos (a los que seguramente también infectaría si no se suspendiesen las clases), pero si va a clase e infecta a tres, cuatro o incluso más niños, estos a su vez infectarían a sus familiares directos. Por tanto, suprimiendo las clases, eventos deportivos o sociales se reduce la tasa de contagio. Tampoco tendría sentido que, como sucedió en Italia, tras la suspensión de las clases los niños abarrotasen los parques públicos o los bares estuviesen llenos de gente.
¿Es posible hacer más? ¿Pueden los ayuntamientos de nuestra comarca colaborar para reducir la epidemia? Aunque nos encontramos en un mundo globalizado, hasta los más pequeños ayuntamientos pueden contribuir contra esta pandemia. Evitando que se produzcan aglomeraciones, como las procesiones de Semana Santa o los actos deportivos. También posponiendo actos políticos y sociales, cerrando espacios de ocio para mayores como las casas de la tercera edad o incluso, locales como bares y pubs o gimnasios, bibliotecas públicas o cualquier lugar abierto al público que no sea de primera necesidad. Así mismo, las empresas deben tomar nota y apostar por el teletrabajo o limitar su actividad temporalmente (el volumen de negocio se va a reducir drásticamente los próximos días y las pérdidas no serán mucho mayores por cerrar durante este periodo).
No podemos negar que estas medidas van a suponer un perjuicio importante para muchos negocios y para el turismo. Pero también tenemos que ser conscientes que los costes sanitarios asociados a las pruebas, a los días de ingreso, y a la medicación son muy elevados y los pagamos entre todos y, además, que cada vida no tiene precio y estas medidas pueden contribuir a salvar un importante número de ellas.
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