El coronavirus se nos está llevando una de las generaciones más importantes de nuestra historia: La de la Transición. He salido tres veces y he sentido vergüenza y ansiedad, como si estuviera cometiendo un delito.
Fernando Guardiola
En veintitrés días de confinamiento he intentado ser lo más respetuoso posible con las normas que el Estado de Alerta declarado el pasado 14 de marzo marcaba. Solo he salido a Supermercados para realizar las compras de varios días y sacar la basura cada dos o tres días. Cuando me he desplazado a los supermercados que he considerado por ser amplios y por seguridad en el trayecto he visto calles vacías,
solo transitadas por los cuatro irresponsables de siempre, aún así he tenido un sentimiento de culpabilidad que me hacía, incluso llegar a la ansiedad, era como si sintiera que estaba haciendo algo mal y que en un momento determinado me iba a parar la Guardia Civil y me iba a pedir toda clase de explicaciones e incluso lo iba a pasar mal. Cosa que seguro no iba a suceder, aún así no paraba mi nerviosismo hasta que no llegaba a casa con la compra, me despojaba de los guantes y la mascarilla y volvía, pese a estar más solo que la una a “respirar”.
Viene esta reflexión a cuento de que casa vez que he ido a realizar la compra me he encontrado con grupos de dos y tres personas comprando juntos. Tocando y retocando las piezas las piezas de frutas, el pan y lo que haga falta y lo peor es que he visto muchas personas mayores, potencialmente las más expuestas, deambular tranquilamente sin mascarillas y agrupadas y seguro que al llegar a casa lo hacen con una tranquilidad infinita. Tenemos que ayudarles porque ellos no llegan y a veces no intuyen con la misma percepción que nosotros el peligro. No cuesta nada en vez de criticarles, acercarse y desde una distancia prudencial hacerles ver que les necesitamos. Se nos está muriendo una de las mejores generaciones de nuestra historia, aquellas que hace 45 años tenían 30 o 35 años y plantaban cara a la dictadura para ser el germen de una transición que fue el orgullo del mundo.
Hago esta reflexión al hilo de esas personas que con toda la cara dura del mundo, siguen saliendo como si tal cosa, porque saben que no hay cuatro mil policías locales, ni guardia civiles, ni siquiera viniendo el ejército que puedan controlar uno a uno a todos los que se pasan el confinamiento por el forro de los huevos, sin darse cuenta que a lo único que contribuyen es a extender el tiempo de estar encerrados en nuestras casas más tiempo, con los consiguientes resultados a nivel social y económico que eso supone.
Es muy bonito largar las culpas en las redes sociales al alcalde de turno de que no hace nada por blindar la ciudad, cuando en otros pueblos limítrofes lo han hecho. No se dan cuenta que la picaresca española sigue viva y que aún quedan individuos que esto del “confinamiento” se creen que es cosa de la tele.
Este problema ha llegado un momento en que ya no es cosa de los políticos sino de nosotros mismos, precisamente los que estamos llenando salas de urgencia, habitaciones, UCIS y lo que es peor llenando cementerios. ¡Quédate en casa coño!
Descubre más desde Objetivo Torrevieja
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
Filed under: Actualidad | Tagged: cementerio, Hospital, Opinión, torrevieja, uci |
Deja un comentario