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RINCÓN LITERARIO: “Suenan campanas de boda”, de Lola Latre

“Objetivo Torrevieja”, inaugura hoy una nueva sección, que pretende dar a conocer las pequeñas obras de arte de nuestros amigos lectores. Estas colaboraciones, permanecerán editadas en una de nuestras solapas superiores, bajo el epígrafe. “Tú y tu obra”, y que estará activa en la actual solapa de Mundial´10, al término del mismo.

Suenan campanas de boda

Suenan campanas de boda. A lo lejos se oye la llamada  de los comensales a la mesa, ansiosos por disfrutar de un menú hecho a su medida.
Mientras, apura los últimos preparativos. El pelo, las uñas la cara…Incluso se ha dado un baño de color para oscurecer su rostro en pos de ocultar un atisbo de tristeza. Ha salido el sol para todos, o al menos para muchos, y ella quiere estar entre esos dichosos.
Al final, por no ir a la peluquería, tarda más de lo que esperaba.  Pese a todo, baja de su casa firme y puntual a su cita: son las seis y el coche la espera en el paso de cebra.
Suenan campanas de boda, aunque no sean las suyas. Suenan campanas para otros afortunados y todas las amigas  se  alegran, brindan, ríen y felicitan a la familia.
Suenan, sin más,  los acordes esperados por todos que ratifican un  amor comprometido y afectuoso. Ellos  felices. Todos felices. Brindan con champagne. Celebran lo que ya es evidente: el amor que llega, que se queda y que debe ser compartido.
Todos bailan al son de la ceremonia. Los niños se han quedado en casa, así se puede disfrutar un poco más de la noche.
Las amigas se han puesto sus mejores galas, vistiéndose con la actitud adecuada para no defraudar, para sentirse una más y disfrutar de un verdadero día de fiesta. Algunas, sin embargo, a pesar de las celebraciones, se acuerdan de circunstancias que tiñen el día con tonos  grises. Casi sin darse cuenta y a pesar del rompeolas, todas bailan, se abrazan, se quitan las lágrimas, se besan  y se dan palmaditas en la espalda. Ella volvería a llorar  aunque sólo fuera para  verse  de nuevo reconfortada por sus amigas.
Es cierto que siempre quiso ir a L.A.  y  dejar un día esta ciudad pero la marcha, después de unos años,  se torna imposible y tediosa. La conquista de América ha sido  una  quimera  a  pesar de que siempre pensó que quedan tierras por conocer porque nunca perdió la esperanza.
Los niños han dicho sus primeras palabras. Son pequeños y tienen el poder de lo inconcluso. Pueden construir lo que deseen y correr el riesgo de no llevarlo a cabo nunca. Da igual,  es lo que tiene ser niño, que uno puede ser lo que le venga en gana. Unos ven un pájaro en un sombrero, otros ríen al son de la música, otros están ansiosos por portar los  anillos de un matrimonio feliz, sintiéndose  protagonistas de una historia de príncipes y princesas. Amiguitos y amiguitas sin más y luego los papás los llevan a casa.
Lloramos pero luego se nos pasa con unas burbujas de jabón que sobrevuelan la realidad, más veloces de lo que nos gustaría trasladarnos a otro lugar. Serpentinas de felicidad que evocan  la infancia, inmortalizadas en ésa instantánea que sólo una espectadora tenaz puede capturar en  su Canon.
Nos contaron el principio de la historia: nacemos, jugamos con serpentinas, incluso con burbujas con las que procuramos conquistar el futuro pero nunca nos hablaron del final. Eso quedó a merced de la experiencia, que no engaña.
Todas se emocionan ante la espontaneidad de un padre cargado de recuerdos, de cariño y de anécdotas que se han metido en el bolsillo de la memoria y que llenarían una ceremonia entera. No todo cabe en más de media hora, pero sí un poquito.
Tocados varios, vestidos varios, tacones que no perdonan ni a los pies  más agradecidos y la lluvia que ha hecho caso a Santa Clara y hace su tregua por una recompensa de  dos docenas de huevos. Los rezos de las monjas han servido para que los novios queden a salvo de la purificación en forma de agua.
Fotos, pétalos de rosa, tacones que se  clavan entre las piedras de la Plaza del Grano, nubarrones que no acaban de romper. Las  gotas,  asomadas al límite de un mojado tejado leonés,  se encaraman curiosas.  Parece que van a caer al suelo de un momento a otro pero deciden quedarse donde están y no  transformarse  en lluvia.
Rosa ha vivido  ya muchas tormentas y ,a pesar de ser la señora de todas ellas, hoy quiere protagonizar una deslumbrante puesta de sol que la lleve hasta  la cama para disfrutar de un sueño con príncipes, princesas y un final feliz. Todos nos lo merecemos. Si no ¿de qué íbamos a estar aguantando el tipo con los tacones altos, la sonrisa puesta y la corbata roja?  Hoy es sábado y aunque sea una vez por semana nos merecemos esta copa, que no está tan rota.


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2 Responses

  1. Ahy Rosa,Rosita!! Guía, protectora y ejemplo de masas en momentos especiales donde sentimientos y realidad necesitan encajar.
    Me ha gustado mucho. Espero que este sea el principio de mucho.

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