El cambio a Cala del Rocío, sin previo aviso, genera malestar y confusión entre los usuarios y será fuente de conflictos a las puertas de un verano ya de por sí complicado, marcado por medidas de control por el coronavirus.
El debate de las playas caninas ha sido fuente de discusión en Torrevieja en los últimos años. Las dos zonas habilitadas hasta ahora se aprobaron en 2018, tras tres años de consultas. Sin embargo, en la recta final del confinamiento por la pandemia, un nuevo decreto ha suprimido las áreas aptas para perros en la Cala del Moro y Punta Margallo, que sumaban 12.000 metros cuadrados, para permitir el baño en Cala del Rocío, una superficie de 1.670 entre Cala Ferrís y Rocío del Mar.
De forma unilateral, sin tan siquiera mencionar esta intención de cambio, el decreto con fecha del 28 de mayo y previamente firmado el 21 de abril por el propio alcalde, Eduardo Dolón, nunca se hizo público hasta que se conoció el pasado 5 de junio después de publicarse en el Boletín Oficial de la Provincia.
Si bien hace unos días el primer edil justificaba que la medida es para evitar enfrentamientos entre bañistas y vecinos, lo cierto es que, lejos de esta intención, se ha generado aún más polémica. Por las formas, haciéndolo sin previo aviso y en plena pandemia, y por el fondo: reducción de la zona de baño para canes y su desplazamiento a un tramo de costa rocoso al sur del municipio.
Esta falta de transparencia e información está generando confusión entre los usuarios. Muchos de ellos se están dirigiendo a Cala Ferrís. Incluso, hay quien cree que es en Cala Piteras, junto al Nautilus.
Salvemos Lo Ferrís manifiesta que situar una playa de canes en una zona virgen, tapando con tierra el litoral e instalando cartelería e infraestructuras, tal y como ha anunciado el alcalde, supone una agresión más a un paraje que soporta una presión ambiental y social asfixiante.
Con esta decisión se ignora, una vez más, su valor ambiental. En este tramo de costa se pueden observar garcetas cangrejeras, zarapitos trinadores, cormoranes, correlimos, gaviotas de Audouin y paiños, además de la flora específica del litoral como el limonium, algún taray, distintas sosas y cambrones. La presencia masiva de perros haría que estas especies abandonen su hábitat natural.
Por eso, Salvemos Lo Ferrís pide a las autoridades que rectifiquen y se replanteen esta nueva ubicación, ya que provocará un daño en el entorno y seguirá siendo fuente de conflictos, y considera que es mejor mantener las dos zonas que ya funcionaban o, al menos, abrir otra ronda de consultas con todos los afectados para determinar un lugar que dé un buen servicio a esta finalidad sin generar perjuicio alguno a usuarios con y sin mascotas. En este sentido, la Asociación recuerda que el anterior decreto buscó la negociación y el consenso e incluso estuvo ratificado por una sentencia judicial.
Sin duda, es un cambio polémico que añadirá más estrés a un verano que ya de por sí estará marcado por medidas de control y espacios de baño más reducidos.
Salvemos Lo Ferrís, como ya dijo hace cuatro años cuando comenzó a plantearse el debate, reitera que respeta a todos los usuarios y mascotas, pero este paraje no debe soportar más presión ambiental y social.
Tampoco debe soportar más presión el litoral sur del municipio, desde Mar Azul al cabo de Punta Prima, una zona habitualmente olvidada y saturada: es una de las áreas donde más se está construyendo en los últimos tiempos sin invertir en servicios. A las seis torres azules se sumaron el año pasado otras cuatro y este año han comenzado a levantar otras tantas, que encapsulan los restos protegidos del refugio de la guerra civil. De seguir así, se podría llegar a un colapso.
Salvemos Lo Ferrís señala que Ferrís sufre un maltrato constante. Este abandono se constata, una vez más, en un muro que estrangula la flora y la fauna del lugar y que causa estragos en situaciones extremas como la última DANA, impidiendo el desagüe de las lluvias torrenciales.
Pero sobre todo se comprueba en la caída de varias palmeras en los últimos meses por falta de cuidados, pese a que las que miden más de 12 metros están protegidas según la normativa de árboles singulares de la Comunitat Valenciana.
Algunos ejemplares sufren la desidia de unos y otros. Se encuentran en tierra de nadie; esto es, en la servidumbre de paso, la zona entre el dominio público y la propiedad del terreno colindante. Según Costas, esos seis metros de paso siguen siendo responsabilidad del propietario de la finca, por lo que Salvemos Lo Ferrís prepara un escrito dirigido al Ministerio para la Transición Ecológica para que requiera al propietario un mantenimiento oportuno, así como otro escrito a Costas para que retire la mimosa invasora que está proliferando en las dunas.
Estas acciones, recuerda la Asociación, son la continuación de su defensa de un uso público y de carácter variado, donde puedan convivir las diferentes maneras de disfrutar del ocio recreativo y natural.
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