Álbum, pinchando sobre la foto
Fernando Guardiola
VÍdeo: Cena
Varios torrevejenses, entre los que me encuentro se desplazaron en la tarde de ayer hasta la villa de Archena, en el corazón de la huerta de Murcia, para celebrar una cena familiar que marcará un hito en uno de los clanes más conocidos del lugar. Para que ustedes comprendan la importancia del evento, les diré que “Los Caejos”, es un apodo que proviene de la palabra “cadejo” y que esto es la madeja de esparto ensogado que se hace para su comercialización.En la posguerra era tal la pobreza y carencia de recursos de los pueblos, que algunos como los que componen el valle de Ricote y Blanca en Murcia, se dedicaban casi por completo a la “industria” del esparto. Casi la totalidad de la economía de estos pueblos giraba en torno a la manufacturación, tanto de la soga de esparto como de sus derivados, léase, esparteñas, agüaeras, esteras, pitas para la fabricación de quesos, posa cántaros, valeos, taparrabos de caballos y un larguísimo etcétera que hoy sería imposible imaginar. Pues bien cada familia se dedicaba a realizar un trabajo en la cadena de explotación del esparto. Había familia que recogían el esparto, y acabaron llamándose los “esparteros”, otros ataban las lías de esparto y les llamaron “Atalías”, en el caso de Candelaria González Trigueros y Ángel Molina Gómez, nuestros abuelos, su misión era hacer las madejas que hemos mencionado y de ahí les llamaron “Caejos”, y a través del tiempo por la inercia de la costumbre, sus descendientes nos llamamos así. Pues bien, ayer convocados por Candelaria Ayala, nieta de los fundadores de la saga y prima del que les habla, convocó a los descendientes de Candelaria y Ángel a la 1ª Concentración Nacional de Caejos, ya que algunos viven en distintas comunidades a las de origen. El principio estaban citados casi noventa, aunque por la premura de la convocatoria y las agendas de tan surtida “tropa”, solo pudieron acudir treinta y cinco de sus miembros, a la cena que sirvió en los salones del Restaurante el Triunfo, en la céntrica carretera del Balneario. La cena estuvo presida por las matriarcas del clan, las hermanas Carmen y María Molina González, esta última acompañada de su marido, Nicolás Ayala. Durante casi cuatro horas la estancia se llenó de recuerdos, sonrisas y algunas carcajadas recordando momentos vividos inolvidables. Al término de la cena se brindó por los abuelos Candelaria y Ángel y se conjuraron para un nuevo encuentro el año que viene.
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