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Opinión: De Bristol a la eternidad

Pailebote Pascual Flores

Rodolfo Carmona
Concejal del GMS de Torrevieja

Estos días está de nuevo en nuestra ciudad el pailebote torrevejense Pascual Flores. Hizo su entrada a motor por la bocana del puerto de Torrevieja en la mañana del pasado martes contemplado por cientos de curiosos.
Fue recibido por el alcalde, Eduardo Dolón, que como el almirante Nelson hizo suya una victoria que el azar y los vientos cambiantes en el transcurrir de los años colocó en sus manos. Pero ni todas las fotos triunfales a bordo agarrado al timón del buque como un experto marino y recorriendo la cubierta mirando al horizonte, pueden ocultar lo que es, sin ningún género de dudas, una de las mayores gansadas de una administración pública, donde el dinero de todos rodó torrencial hacia unas pocas manos.
Pero el pailebote con sus tres palos, el bauprés, trinquete mayor y mesana, están ahí. Es cierto. Y siento satisfacción porque un poco tengo que ver en todo ello, pues voté, en la correspondiente junta de cultura del Instituto Municipal de Cultura Joaquín Chapaprieta, de darle una definitiva solución al enredo del Pascual Flores. No sin antes recordar que todo aquello era la constatación de un fracaso y un ejemplo de como no actuar por parte de una administración pública.
Para entenderlo debemos retrotraernos más de dos décadas en el tiempo, cuando fue localizado en el puerto de Bristol lo que quedaba del Pascual Flores. El entonces alcalde, Pedro Ángel Hernández Mateo, se obstinó en pagar por lo que era un barco en estado ruinoso unos 468.000 euros. A los que había que sumar otros 102.000 euros más en gastos de mantenimiento. Tras ese desembolso inicial el Pascual Flores permaneció cinco años en dique seco que sirvieron para ahondar aún más el pésimo estado general del pailebote.

En el 2005 se retomó el proyecto para la puesta punto y rehabilitación por parte del que era todavía alcalde de la ciudad, Hernández Mateo. Se realizó el concurso pertinente y salió ganador del mismo una empresa de jardinería, JOST (Jardinería, Obras y Servicios de Torrevieja) con un montante previsto de 3,5 millones de euros. A mediados del mes de abril de ese año (2005) saltó la sorpresa y la empresa de jardinería y obra civil manifestó que la restauración del Pascual Flores era del todo imposible y éste quedó varado hasta el desguace en un vertedero de Bigastro. Lo que quedaba del pailebote original terminó sus días consumido por un incendio a finales del verano de 2006, ochenta y nueve años después de su construcción original en las playas de Torrevieja por el calafate local Antonio Marí en 1917.
Tras ese varapalo, en el que el sueño del Pascual Flores quedó sepultado por un cúmulo de ineficacias y olvidos, se decidió rehacerlo en su totalidad utilizando en parte las técnicas empleadas a principios del siglo XX. En el 2007 se realizó la botadura tras un coste de 4.762.449 millones de euros. Tiempo después se supo que un astillero vasco había enviado un presupuesto de reconstrucción total por un montante de 2,8 millones de euros muy por debajo del presupuesto seleccionado finalmente que fue, como he comentado anteriormente, de 4.762.449 millones de euros. En el 2009 Hernández Mateo seguía empeñado en convertir el proyecto en una de las insignias de la Comunidad Valenciana y convenció al que era por aquel entonces presidente del gobierno valenciano, Francisco Camps. Y lo negoció para que fuera la Generalitat quien terminara financiando parte del proyecto a través de un canón anual durante noventa y nueve años. Pero el proyecto quedó en papel mojado tras estallar la trama de la Gürtel y la condena a prisión de tres años por falsedad y prevaricación de Pedro Ángel Hernández Mateo en 2012. Mientras, pasaba el tiempo y el pailebote Pascual Flores dormía el sueño de los justos varado en el puerto. En 2015 se iniciaron los contactos con la Fundación La Nao Victoria. El informe que efectuó la Fundación ponía de manifiesto los problemas estructurales de la réplica del buque original, en el que se afirmaba que el buque no era apto para navegar. La réplica parecía condenada a seguir el rumbo fijado por el pailebote original. En aquel momento se cifraba en 100.000 euros anuales el coste del convenio. En un primer momento, el anterior alcalde del gobierno de coalición, José Manuel Dolón, renuncia al convenio con la Fundación por considerar que ya se había derrochado demasiado dinero en un proyecto que parecía gafado desde su origen. Para acabar considerando dar una salida al problema generado y el convenio con la Fundación la Nao Victoria queda plasmado en el presupuesto municipal aprobado por el gobierno de José Manuel Dolón.

El mayor dolor de cabeza del alcalde condenado, el político que más firmemente luchó contra la corrupción desde la oposición en los años duros, fue finalmente quien solucionó la locura megalómana de Hernández Mateo. A finales de 2019 el actual alcalde, Eduardo Dolón, retoma el contacto con la Fundación ya fijado por el anterior gobierno en los presupuestos y en 2020 se firma el convenio con una subida de 50.000 euros anuales para su puesta a punto por un total de 750.000 euros. En 2021, en el mes de junio, entró nuevamente la réplica del Pascual Flores en el puerto de Torrevieja. Eduardo Dolón y el gobierno municipal aparecen sonrientes en todas las fotografías, pero hay más motivo para la vergüenza que para la alegría. Porque este martes entró en la bocana algo más que un pailebote de tres palos, entró la culminación de un auténtico disparate, la prueba palpable de que la política del espectáculo y del artificio solamente conduce al despilfarro.

 

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