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Opinión: El día que nos borraron las risas y los abrazos

Fernando Guardiola

El pasado sábado se clausuró el más atípico de los Certámenes de Habaneras en los 66º años de historia del mismo. Fueron unas jornadas inéditas, con un patio de butacas donde se respetaba al máximo el espacio de seguridad y con los asistentes provistos de mascarillas, donde pasó por el escenario lo más granado de solistas, tanto foráneos como locales, acompañados del Orfeón de Torrevieja, la Orquesta Sinfónica y los pianistas Selena Cancino y Jorge Carrasco, este último que era la primera vez que subía al escenario de las Eras de la Sal, sin olvidar las corales de Madrid y de Valencia, que nos hicieron pasar unas veladas inolvidables.

Los que vivimos el Certamen desde hace muchos años, desde el minuto cero, hasta que se cierra la puerta del recinto hasta otro año, sentimos de forma diferente el ambiente que se respira en este acontecimiento internacional. Son días de reencuentros, de intercambio de experiencias y recuerdos, de abrazos, de besos, de risas …

Este año, por culpa del maldito coronavirus, la banda sonora de los reencuentros, era la de la impotencia. Ver de nuevo en nuestras Eras de la Sal, al amante Torrevieja y sus habaneras, Juan Pablo de Juan o la espléndida Carolina Casado, técnicos, azafat@s , vigilantes y demás personal , con los que coincidimos a veces solo una vez al año, y no poder abrazarnos, darnos dos sonoros besos, o simplemente, sonreírnos, oler nuestras auras, hacen contener unas lágrimas de rabia, que se resuelve con darnos unos “codazos”, que ¡maldita la forma de saludar!, como si quisiéramos apartarnos de nuestras vidas a “codazo limpio”. Amordazados por unas mascarillas que previenen de la enfermedad corporal, pero que enfrían los sentimientos.

¡Ojala! esta espiral de sinrazón acabe pronto. Una lucha en la que estamos todos inmersos y de la solo saldremos con responsabilidad, si dentro de doce meses queremos, que ese reencuentro con la habanera y con los amigos de siempre, sean de abrazos eternos, besos que sepan a sal y risas blancas como la espuma del nuestro mar mediterráneo.


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